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Las oficinas de la Asociación General, que no guardan parecido con Iglesia |
Antes de decir como está la organización adventista, repasemos sus características principales reveladas por nuestro análisis.
El poder soberano, capaz de coordinar y agregar los miembros en un cuerpo social único, es atribuido a la Asociación General, que lo ejerce a través de una máquina de administración centralizada, jerarquizada y burocratizada.
La I.A.S.D. declara abiertamente que su forma de gobierno es la representativa. Pero, como suelen hacer las sociedades democráticas occidentales, esconde que la función administrativa es burocrática. Y hace esto para no dejar trasparecer las contradicciones entre burocracia y representación política, y, principalmente, las discrepancias de estas con las bases cristianas.
Max Weber demostró que la burocracia es un “instrumento de dominación de primer orden”. La naturaleza dictatorial del poder burocrático vacía el sistema representativo de su sentido. Por esto, ninguna forma de gobierno declara abiertamente ser burocrática, aunque lo sea. Los estados acostumbran ocultar la burocracia atrás de la democracia, y las iglesias, atrás de formas tradicionales de gobierno eclesiástico.
El hecho de que la organización adventista es una organización de dominación no puede aparecer, pues sería motivo de escándalo para una comunidad que piensa estar unida por fuerzas espirituales — Jesucristo, su Palabra y la acción del Espíritu Santo.
Encubre el hecho de ser una copia del Leviatán, presentando una versión teista de la organización (cuyo antecedente es la arcaica “doctrina de los dos mundos”), en la que afirma haber usado el mundo divino como modelo de organización. El examen de esa versión teísta reveló que ella está repleta de dislocaciones conceptuales que generan confusiones y equivocaciones. El peligro que ella representa es el siguiente: los adventistas pueden imaginar a Dios casi identificado con el leviatán creado por la I.A.S.D.
Para crear su leviatán, la I.A.S.D. substituyó conceptos fundamentales del Nuevo Testamento por conceptos políticos: substituyó servir por poder, fe por racionalismo, organización evangélica por organización de dominación, instrucciones de Jesús por normas administrativas, la matriz bíblica amor/solidaridad por la matriz orden/obediencia del estado.
La organización de la I.A.S.D. no responde positivamente a la exigencia de Jesús de que sus seguidores constituyesen una nueva relación social, fundada en el concepto “servir”, resultante de la renuncia del poder en favor del amor (Mat. 5.32-42; Mar. 10.42-45; Juan 13:34-35). Y más, subvierte el concepto “servir”. Es función de la organización servir a los miembros de la Iglesia. Cuando los miembros de la Iglesia existen para servir y sustentar a la organización, como acontece en la I.A.S.D., ella se transforma en un monstruo.
También subvierte la cuestión que Jesús considera primaria y decisiva cuando dice: “Buscad, en primer lugar, el reino de Dios...” (Mat. 6:33). En vez de buscar el reino de Dios, la I.A.S.D. buscó el Leviatán para constituir un reino de autoridades eclesiásticas. La ironía: en vez de ser portavoz de la nueva relación social exigida por Jesús, la organización de la I.A.S.D. se volvió portavoz de las relaciones de poder del Leviatán.
La forma de gobierno de la I.A.S.D. es ambigua y contradictoria. Una cosa es su base en el ideal del cristianismo; otra cosa son la forma y los mecanismos institucionales puestos en acción para alcanzar ese ideal. En realidad, lo que la I.A.S.D. hizo fue erradicar y desvincular la forma y los mecanismos institucionales de sus bases cristianas, vinculándolos a las bases de la civilización occidental, a fin de realizarse de una forma social homogénea con la sociedad ambiente de su origen.
Podemos resumir en una frase lo que el análisis constató: En la forma de gobierno de la I.A.S. D. no ocurrió la encarnación del Evangelio, pero la encarnación del Leviatán, la forma monstruosa del poder mundano.
Una cuestión que no fue examinada y dejo para que alguien interesado la estudie, es la contaminación de la I.A.S.D. por la ideología del capitalismo moderno, que seguramente ocurrió al usar la sociedad norteamericana como modelo de organización. El examen de esta cuestión revelará otros aspectos en los cuales la organización adventista subvierte sus bases cristianas. Queriéndolo o no, al usar la sociedad norteamericana como modelo de organización, la I.A.S.D. se transformó en un “instrumento ideológico” del estado norteamericano.
¿Es posible enfrentar y derrotar el leviatán adventista?
Obstáculos que protegen al leviatán
Se trata de una tarea muy difícil. Existen poderosos obstáculos que protegen el monstruo. Voy a mencionar los principales.
Primer obstáculo: la desburocratización es prácticamente imposible. La burocracia posee fuertes mecanismos de supervivencia. Veamos lo que Max Weber (págs. 264-265) dice en ese sentido:
“Cuando se establece plenamente, la burocracia está entre las estructuras sociales más difíciles de destruir. La burocracia es el medio de transformar una ‘acción comunal’ en ‘acción social’ racionalmente ordenada. Por lo tanto, como instrumento de ‘socialización’ de las relaciones de poder, la burocracia fue y es un instrumento de poder de primer orden — para quien controla el aparato burocrático."
"En igualdad de las demás condiciones, una ‘acción social’ metódicamente ordenada y realizada, es superior a cualquier resistencia de ‘masa’ o aún de ‘acción comunal’. Y, donde la burocratización de la administración fue completamente realizada, una forma de relación de poder se establece de modo prácticamente inabarcable.”Segundo obstáculo: una de las características de los adventistas es subestimar la política. Forman comunidades que carecen de fuerza política. Por eso, generan un vacío político que favorece la dominación de las autoridades eclesiásticas. Porque la mayoría de los pastores, obreros y miembros laicos fueron creados y domesticados por el leviatán adventista, ellos no cuestionan la existencia de ese monstruo. Por otro lado, la participación directa de los laicos en el proceso decisorio es más en las congregaciones locales y termina en las Asociaciones. Y tal participación está reglamentada y es conducida por las autoridades eclesiásticas, lo que evita cualquier desliz de los engranajes de la máquina administrativa. Los otros niveles de administración son el reino de los mandarines, inalcanzable por miembros laicos y pastores que actúan en la comunidades.
Tercer obstáculo: la propensión del leviatán adventista es la misma del Estado: atomizar el cuerpo social en individualismo. Y el individuo alienado, aislado es un ser debilitado. La poca o ninguna participación efectiva de las bases en la administración de la I.A.S.D. favorece la continuidad del despotismo administrativo.
Cuarto obstáculo: el “creo en la organización de la I.A.S.D.” del voto bautismal transformó la organización de dominación en artículo de fe. Nada es más temible que eso, porque, si para el Estado la desobediencia a la ley es crimen, para las autoridades eclesiásticas la desobediencia a sus normas es sacrilegio.
Quinto obstáculo: la ufanía que hace la I.A.S.D. presentarse como siendo la única Iglesia verdadera. (Todas las demás reciben el rótulo de “apostatadas”.) De esto, la mayoría de los miembros concluye que la forma de gobierno de la I.A.S.D. también es “la verdadera” y se eximen de cuestionar el sistema. Pero la verdad es esta: ninguna otra denominación cristiana se apartó tanto de los patrones evangélicos al constituir su forma de gobierno como la I.A.S.D..
Sexto obstáculo: los medios de coerción. Voy a dar un ejemplo notable de los medios de coerción de que disponen las autoridades eclesiásticas: el aislamiento de Elena G. de White en Australia — el lugar más distante, al otro lado del mundo, que la Asociación General encontró en 1891 para mantenerla apartada del principal centro administrativo de la I.A.S.D. y de sus líderes. (Ver C. Mervyn Maxwell, História do Adventismo, 1982, pág. 265 y siguientes).
Los motivos de su aislamiento en Australia fueron estos: 1) ella combatía el exceso de centralización y el “poder regio” (poder despótico) que se arrogaban los dirigentes; y 2) su autoridad carismática constituía la antítesis de la autoridad legal y racional, típica de la burocracia moderna.
Ella no deseaba ir para Australia. Era viuda y con 63 años de edad. Pero fue. No tenía otra salida, pues ella misma había enseñado que Dios expresaba Su voluntad a través de la Asociación General. En 1901, recién llegada de vuelta a los E.U.A., ella tuvo que enfrentar la Asamblea de la Asociación General en Battle Creek. Sus palabras revelan el clima que esperaba encontrar: “Yo no deseaba ir a Battle Creek. Temía que las cargas que yo tendría que soportar me costasen la vida”. (Ver también General Conference Bulletin, 1901, pág. 43). En esa Asamblea, ella defendió “una reorganización” fundada “en un principio diferente” del poder regio — “el amor como el que Jesús nos reveló”.
Desde los comienzos, la I.A.S.D. tuvo la tendencia a desviarse del “orden evangélico” defendido por los pioneros. Declaraciones como las que se encuentran en las páginas 319-327 (versión portuguesa) de Testimonios para Ministros y Obreros Evangélicos, indican que Elena G. de White era contraria a la administración autocrática. Recomienda que las decisiones sean tomadas en “comisiones de consejo”. Defiende la idea de que los dirigentes deberían actuar como “consejeros” y no como “autoridades”.
He aquí un ejemplo de los consejos que daba a los dirigentes:
"En vez de luchar para preparar reglas y reglamentos establecidos, mejor sería que estuvieseis orando y sometiendo a Cristo vuestra voluntad y vuestros caminos. Él no se agrada cuando hacéis difíciles las cosas que Él hace fáciles. (...) El Señor Jesús ama a Su herencia; y si los hombres no pensasen ser su especial prerrogativa prescribir reglas para sus compañeros de trabajo, sino que apliquen las reglas de Cristo en su vida siguiéndole las lecciones, entonces cada uno será ejemplo, y no juez." (pág. 192).Consejos de ese tipo (hay muchos en Testimonios para Ministros y Obreros Evangélicos) y su aislamiento en Australia muestran que Elena G. de White trató de domar el monstruo que ella ayudó a crear, pero que no tuvo éxito. Seguir tales consejos significaba y aún significa quebrar la espina dorsal del leviatán que los dirigentes adventistas estaban alimentando — la elaboración de normas, indispensable para el ejercicio del poder burocrático.
Si ni Elena G. de White estaba exenta de experimentar los medios de coerción del leviatán adventista, imagine el lector lo que puede acontecer con cualquiera otra persona que tenga la osadía de desafiar al monstruo... Los obreros saben de lo que son capaces esos medios de coerción.
Séptimo obstáculo: para la elite administrativa dominante de la I.A.S.D., Dios es una abstracción increíble, que funciona como una especie de caución enteramente moral de la subjetividad, sin presencia y sin consistencia de Dios. Ella cree que la esencia del orden es divina y reduce Dios a esa esencia. Da a entender que esa esencia divina se manifiesta de forma concreta en la máquina de administración, y que si ella (la elite dominante) no se importa con la máquina de administración, la obra de Dios no se realizará.
Dios es alejado de la organización adventista de otras maneras. Una de ellas consiste en abusar de la doctrina cristiana. Esta quiere tomar la elite dominante a su servicio. Pero es la elite dominante que toma la doctrina cristiana a su servicio. Esa elite sigue el método de los fariseos: aparentemente cela por la doctrina, pero la manipula en provecho propio con una perspicacia sin límites. Ignora los mandamientos totales de Dios y crea mandamientos menores que presentan aislados aislados, pues los mandamientos totales amenazan gravemente sus intereses egoístas.
En el fondo, la elite dominante no se interesa por Dios, sino por el poder que puede ejercer, por el prestigio que obtienen de los cargos que ocupa. Luego, no existe argumento bíblico o testimonio de Elena G. de White capaz de persuadirla a cambiar sus métodos y su comportamiento administrativo.
Aun cuando ese comportamiento esté lejos de ser general, deja evidente una discrepancia entre lo que los dirigentes adventistas son y lo que aparentan ser. De esa forma se engañan a sí mismos y a los otros, pues su voluntad de dominación en nada presenta lo que el Maestro es, y no sirve para que los otros interpreten su situación siempre de nuevo a partir de Jesús, obteniendo también con eso siempre nuevos aspectos de su persona que correspondan a la estructura del reino de Dios.
A
principios del siglo XX, la burocratización de la administración de
la I.A.S.D. se completó y una forma de relación de poder, cuyos
fundamentos son burocracia y representación política, fue
establecida de modo prácticamente inquebrantable. Max Weber comprobó
que, dadas esas condiciones, el poder burocrático es prácticamente
indestructible.
Esta
comprobación plantea la pregunta sobre qué pueden hacer los
adventistas para escapar del poder del Leviatán que crearon. La
respuesta nos lleva a enfrentar el problema propiamente político de
la I.A.S.D.
¿Qué hacer?
En
El Contrato Social, J.-J. Rousseau se refiere a la dificultad
que los hombres tienen para concebir una buena socialización. La
dificultad consiste en que los hombres están en un círculo: sólo
pueden concebir la sociedad a través de una sociedad preexistente,
en la cual generalmente no hay ninguna preocupación con lo que el
hombre puede llegar a ser. Allí “en todas partes el hombre está
subyugado”, corrompido, transformado en objeto, pensando primero en
si mismo, luchando con el fin de hacerse reconocer y dominar.
Mientras estén en un círculo, los hombres no podrán concebir una
sociedad para libertar, y sí para subyugar; puesto que, para exisitir, la sociedad
depende de las costumbres que estimula.
Lo
mismo ocurre cuando los hombres que están en un círculo tratan de
concebir una buena administración: sólo la consiguen concebir a
través de una administración preexistente. Un ejemplo de esto es la
I.A.S.D. Sabemos que en sus inicios, concibió la administración
tomando como modelo la administración preexistente del estado
norteamericano.
Si
adaptamos a nuestro caso el dicho de Rousseau que indica la manera de
salir del círculo, tenemos lo siguiente: los adventistas conseguirán
salir del círculo dejando de estar más ansiosos en justificar lo
que es su administración y dedicándose a la búsqueda de lo que
ella debe ser.
Para
ello, los adventistas deben ser conscientes de los fines y medios del
orden establecido, en otras palabras, necesitan saber quién gobierna
la I.A.S.D, como son reclutados los que la gobiernan, cómo se ejerce
el poder, cuál es la relación entre los gobernantes y los
gobernados. Únicamente los adventistas ilustrados, plenamente
identificados con la obra de Cristo, no se dejarán engañar por
creencias insidiosas; sólo ellos podrán concebir y establecer una
administración coherente con el Evangelio y la naturaleza de la
iglesia.
Tal
vez llegue el día en que surjan estos verdaderos cristianos, y ellos
terminen por imponerse a aquellos que no son más que esclavos del
Leviatán para reanudar la administración de la I.A.S.D. en una
nueva manera.
Pero
los altos funcionarios que administran la I.A.S.D. (mejor sería
llamarles de los tiranos) no permiten que esta conciencia y este
conocimiento se produzcan. Con sus reglamentos (que mantienen ocultos
para los empleados subordinados y los miembros laicos), con su
disciplina eclesiástica, su versión teísta de la organización y
la explotación de su propaganda confesional (que no están
relacionadas con el Evangelio), preparan el terreno fértil para
sembrar el talento de ilusionar: crean miembros fanáticos, con ideas
preconcebidas, poco entendidos, que ignoran su conciencia cristiana y
subordinan su juicio a las pasiones partidistas.
Lo
que hace el poder del leviatán adventista infinitamente peligroso no
es su capacidad de mandar, de controlar, sino de que puede adueñarse
completamente de la I.A.S.D. y privar a sus miembros de cualquier
iniciativa, hasta del deseo de tomar una iniciativa. Max Weber (pp.
31-32, 260 y siguientes) percibió que las órdenes y prohibiciones
de las organizaciones autoritarias dejan a los individuos, sujetos a
ellas, incapaces de auto-dirección.
También percibió la eficiencia grandiosa del hombre libre, creado por las asociaciones voluntarias, en las cuales el individuo tiene que probar su igualdad con los otros, su capacidad de decisión autónoma, su buen sentido y su actitud responsable, en vez de su capacidad para acatar las órdenes de autoridad.
Por tanto, los miembros laicos de la I.A.S.D. estarán menos sometidos a la dominación del monstruo si forman asociaciones voluntarias, cuyas actividades se realicen fuera de la máquina de administración. Conviene recordar lo siguiente: la Iglesia es, en tesis, una asociación voluntaria, y los seguidores de Cristo deberían ser hombres libres.
Y los adventistas serán libres cuando sigan el consejo del apóstol Pablo: “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esta libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud” (Gálatas 5: 1). Y la esclavitud sólo es posible allí donde todo se organiza apoyándose en la noción de ley, de estatuto.
También percibió la eficiencia grandiosa del hombre libre, creado por las asociaciones voluntarias, en las cuales el individuo tiene que probar su igualdad con los otros, su capacidad de decisión autónoma, su buen sentido y su actitud responsable, en vez de su capacidad para acatar las órdenes de autoridad.
Por tanto, los miembros laicos de la I.A.S.D. estarán menos sometidos a la dominación del monstruo si forman asociaciones voluntarias, cuyas actividades se realicen fuera de la máquina de administración. Conviene recordar lo siguiente: la Iglesia es, en tesis, una asociación voluntaria, y los seguidores de Cristo deberían ser hombres libres.
Y los adventistas serán libres cuando sigan el consejo del apóstol Pablo: “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esta libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud” (Gálatas 5: 1). Y la esclavitud sólo es posible allí donde todo se organiza apoyándose en la noción de ley, de estatuto.
La
gran ironía comprobada en el análisis: la I.A.S.D., que debería
ser un agente de la liberación en Jesucristo, se transformó en una
máquina de dominación.
Palabras finales
Obedeciendo
a las órdenes humanas más absurdas, el hombre moderno ha convertido
este mundo en un enorme dispositivo mecánico. En este mundo
artificial, la vida humana fue sometida a las reglas mecánicas
aplicadas por demagogos, tecnócratas y burócratas, teniendo en
cuenta el monetarismo, entre otros sistemas que deshumanizan.
Consecuentemente, tenemos a la gente atrapada en los mecanismos
alienantes que ella misma ha creado.
Estos
mecanismos hunden a la gente en la peor esclavitud: la esclavitud de
sus deseos, de sus ambiciones, del lujo, de la vanidad, de las
pasiones, que llevan cada individuo a pensar antes de todo en sí
mismo, a perseguir sus intereses supuestos, a multiplicar los
placeres, a luchar con el fin de hacerse reconocer y de dominar. El
daño en la sociedad y en la Iglesia es enorme: tales mecanismos de
administración no ayudan a la gente para ser todo lo que podría ser
en el sentido humano y cristiano, pero la corrompe.
Así
que, de tanto escuchar los sofismas que la justifican, la gente no ve
lo que es la mala sociedad, ni puede concebir una buena
administración. Así como en las malas sociedades, en las malas
organizaciones religiosas los miembros no son más que esclavos que
se destruyen: cada vez más débiles, cada vez más divididos y
preocupados, cada vez menos libres, terminan acomodándose a sus
grilletes, disimulando lo que son, pareciendo los cristianos que no
son.
En
este estudio comprobamos que, obedeciendo a las mismas absurdas
órdenes humanas, la I.A.S.D. creó su propio dispositivo mecánico
de administración, o sea, su propio leviatán, inspirándose en los
mecanismos del estado moderno y de las grandes corporaciones
mercantilistas. Para justificar la creación de su leviatán y seguir
existiendo como un aparato mecánico de dominación, la I.A.S.D. tuvo
que descartar ciertos principios evangélicos esenciales y formular
una versión teísta de la organización, que se apoya en
particularismos, mitos antiguos y conceptos abstractos. Con los
sofismas de esta versión teísta trata de resguardarse de objeciones
filosóficas, teológicas y sociológicas. Pero con esta tentativa
cosecha efecto contrario al pretendido.
Teniendo
en cuenta lo que comprobamos en nuestro análisis y el hecho de que
la I.A.S.D. se presenta como “la única iglesia verdadera",
surgen las siguientes preguntas que forman parte del servicio de los
cristianos a una humanidad confusa: ¿La manifestación de Dios en la
actualidad se ha agotado en el dispositivo mecánico, en la teología
y en las peculiaridades de esta iglesia? ¿Una comunidad que
permanece atrapada en el sistema alienante que ella misma ha creado
es apta para hablar del Cristo liberador que la humanidad tanto
necesita hoy? ¿Cómo una comunidad alienada y alienante puede ser
considerada la encarnación en el mundo de la fraternidad inaugurada
por el Señor Jesucristo cuando él empezó a romper las barreras
étnicas, sociales y geográficas, cuando él enseñó que el amor de
Dios no es exclusivo, sino universal, y cuando él estableció la
Nueva Alianza que abarca a toda la humanidad?
Pongo
el punto final con la pregunta más importante: ¿La forma de
gobierno de la I.A.S.D., o sea, su leviatán, su dispositivo mecánico
de administración, realmente corresponde a la intención de Jesús,
a lo que está puesto definitivamente en el Nuevo Testamento como
fundamento da la Iglesia, de la fe cristiana?
Comienzo
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