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Juan Jacobo Rousseau |
Comprobado que la función administrativa en la I.A.S.D. tiene las características de una burocracia moderna, ya podemos tratar de la relación entre burocracia y representación política, ahora teniendo como foco el proceso y el comportamiento administrativos. Y, así, completamos nuestro análisis de la forma de gobierno de la I.A.S.D., revelando que se trata de una burocracia representativa.
Si la burocracia es la faz obscura y oculta del leviatán adventista, el sistema representativo es la faz que él muestra para todos, jactándose de dar oportunidad para que “todos” los miembros participen, a través de sus representantes, en la elección de los dirigentes. ¿Cuál es a relación entre esas dos caras del monstruo?
Preliminares
Antes, sin embargo, tenemos que definir lo que se entiende por “representación política”, “proceso administrativo” y “comportamiento administrativo”, pues constituyen ahora los conceptos fundamentales.
Una de las cuestiones más interesantes y decisivas en la organización moderna —especialmente del Estado— es el da representación política. Esta es posible sólo cuando se atribuye la soberanía al pueblo, nación o grupo político. La intervención popular o de los componentes del grupo político en el ejercicio del poder se articula mediante la representación.
Como es imposible la participación directa de todos los componentes individuales en la gestión de los negocios de los Estados y de las grandes corporaciones, surge la necesidad de establecer procedimientos representativos que permitan la intervención en el poder de la mayoría a la cual se atribuye la soberanía. En ese sentido, la representación política cumple su papel a través de estos dos conceptos fundamentales: por un lado, significa la posibilidad de atender la voluntad de la mayoría; por otro lado, constituye el medio de legitimar la autoridad. Y aquí encontramos la discrepancia fundamental del sistema representativo con la naturaleza de la Iglesia: en esta, no se trata de la soberanía de la mayoría, pero de la soberanía de Dios; no se trata da autoridad legítima del ser humano, pero del consentimiento a la soberanía de Dios.
El proceso administrativo consiste en el ejercicio del poder gubernamental no diferenciado (no distingue, como lo hace la I.A.S.D., entre poder ejecutivo, poder legislativo e poder judicial). O sea, es el poder que, al mismo tiempo, elabora normas administrativas, las aplica a casos particulares y ordena o prohíbe actos determinados, entre otros. Esta concentración total de los atributos del poder en manos de un sólo individuo o de un grupo de individuos —el soberano— es una característica del poder absoluto — la forma de poder que ejercen las autoridades eclesiásticas de la I.A.S.D.
La expresión “comportamiento administrativo” se refiere al comportamiento humano limitado al ámbito de una organización, especialmente al comportamiento que implica en la adopción de decisiones y el ejercicio de una influencia calculada sobre terceros.
Orígenes y Conceptos de la Representación Política
El lector ingenuo del Manual de la I.A.S.D. puede tener la impresión que la forma representativa de gobierno eclesiástico tiene su origen en la Biblia, o se fundamenta en um modelo divino, porque la coloca en la perspectiva de una versión teista de la organización. Ya vimos que esa versión es artificial. Un enfoque científico de la cuestión no puede incurrir en ingenuidades de ese tipo, o volverse para el campo subjetivo y basarse en aspectos emotivos.
El sistema representativo —así como o sistema burocrático— tiene origen en este mundo, en el movimiento de los pueblos. Tanto es así, que el origen y el desarrollo de ese sistema puede ser situado con precisión en la Historia. (Sobre los origenes y el desarrollo de la forma representativa de gobierno ver F. P. G. Guizot, Histoire des Origines du Gouvernement Représentatif en Europe, Paris, 1861; Henry Jones Ford, Representative Government, Nueva York, 1924; e H. J. Laski et alii, The Development of the Representative System in Our Times, Lausane, 1928).
No corresponde aquí repetir la historia y el desarrollo de la forma representativa de gobierno. Sin embargo, es útil para nuestro análisis recordar algunos aspectos en ese sentido.
La idea de representación política tiene su punto de partida en el Derecho Privado, y supone el siguiente vínculo entre dos personas: las acciones del “representante” son imputadas como propias del “representado”. En el vínculo representativo, el representado es substituido por el representante, mediante la transferencia de la imputación.
El campo político conoció diferentes tipos de representación. En la antigua Roma imperial, la Lex Regia hacía del Emperador un representante del pueblo romano. Éste confería a aquél su poder y su imperio. En la Edad Media se encuentran diversos ejemplos de representación política, entre los cuales se destacan las asambleas medievales. En estas, los representantes populares representan únicamente la ciudad, villa o condado que los indicó. Las Cortes, el Parlamento y los Estados Generales, en España, Inglaterra y Francia medievales, son representativos de diversos segmentos del reino. La representación era otorgada de manera diversa, según el caso. Podía ser por indicación del rey, hereditaria o electiva.
No obstante, en ninguno de esos lugares y momentos, se desarrolló una teoría y una doctrina de la representación política. Esto ocurre sólo en el siglo XVIII, en la época de la Revolución Francesa. El mandato representativo tiene su origen en la doctrina francesa. Los primeros conceptos dogmáticos de dicha doctrina son expuestos por Emmanuel-Joseph Sieyés (1748-1836) en sus trabajos. En sus conceptos revolucionarios, supone que se representa al pueblo como un todo, y que los representantes deben ser elegidos mediante el sufragio.
No se puede dejar de mencionar a Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), cuyos conceptos y teorías políticas inspiraron la Revolución Francesa y las revoluciones en la América española. Especialmente en su El Contrato Social, Rousseau defiende la idea de que los representantes políticos representan la voluntad general.
La idea clásica de representación política tuvo su origen en 1789, en los Estados Generales de Francia. El mandato representativo es concebido como siendo el vínculo establecido entre la totalidad de los representantes, porque ellos representan la soberanía del pueblo en su conjunto. Es fácil percibir que la democracia está implicada en este concepto.
En el siglo XIX, la idea clásica de representación política sufrió algunas alteraciones al ser vinculada con los segmentos de la sociedad. En el sistema de partidos políticos —que defienden los intereses de las clases sociales— surgen personas que entienden representación como un método para designar los integrantes de los organismos del gobierno. Tales integrantes reciben sus poderes de la Constitución y no de los electores. Los sistemas corporativos e institucionales establecen el vínculo representativo entre las instituciones y los representantes, esto es, hay representación de las instituciones y no de la voluntad general. Estos conceptos favorecen más a la burocracia que a la democracia, y son los adoptados por la I.A.S.D.. La Comisión Ejecutiva, por ejemplo, está formada por titulares de los departamentos y de las instituciones, que representan las actividades regulares de la I.A.S.D.. La representación de las iglesias locales es mínima, generalmente por un único representante, que lo substituyen anualmente por otro, mientras los representantes de los departamentos e instituciones permanecen durante todo el período administrativo.
Este breve resumen es suficiente para mostrar que la forma representativa de gobierno da I.A.S.D. es una copia de la representación política, que tuvo su origen en el mundo civil y en él se desarrolló y se universalizó. La representación política también es un hecho universal en el gobierno eclesiástico. En mayor o menor grado, es usada en conjunto con las formas más tradicionales de gobierno eclesiástico — monárquica, episcopal, presbiteriana sinodal e congregacional.
La Versión Teista de la Representación Política
En su versión teísta de la organización, Elena G. de White presenta las directrices y los fundamentos para la representación política en la I.A.S.D.. Las más importantes fueron transcritas en el Manual de la I.A.S.D. para fundamentar ciertos procedimientos administrativos. Sigue un resumen de tales directrices y fundamentos. El orden en que son presentadas es la que yo considero la más adecuada.
Las principales directrices se fundamentan en tres ideas:
1.Jesucristo habita en su pueblo, por medio del Espíritu Santo (Testimonies for the Church, vol. 5, pág. 107; Testemunhos para Ministros e Obreiros Evangélicos, págs. 15-19 e 25).
2.“Dios está dirigiendo un pueblo, no unos pocos individuos dispersos, aquí e allí, uno de los cuales cree una cosa y otro cree otra cosa” (Testimonies for de Church, vol. 1, pág. 207).
3.Dios habla a través de su pueblo (Atos dos Apóstolos, págs. 163-164).
De esas ideas, Elena G. de White deduce tres directrices fundamentales:
1. “La mayoría de la iglesia es un poder que debe dirigir a sus miembros individuales.” (Testimonies for de Church, vol. 5, pág. 107). El razonamiento implicado en esta directriz es el siguiente: si Dios habita en su pueblo, lo dirige y habla por él, la Iglesia debe ser gobernada teniendo como base la voluntad manifestada por la mayoría de sus miembros. Según el Manual de la I.A.S.D. (pág. 45) la autoridad de la Iglesia reposa en sus miembros. Esa directriz no es bíblica. Es, esto sí, un principio de las democracias modernas que atribuyen la soberanía al pueblo o grupo.
2. Cada miembro de la Iglesia participa de la elección de los “oficiales” mediante el sistema representativo (Testemunhos Seletos, vol. 3, págs. 240 e 241). En todos los niveles de administración de la I.A.S.D., las elecciones de las autoridades eclesiásticas y de sus funcionarios subalternos son siempre realizadas por la forma indirecta. La Asamblea de representantes indica la Comisión de Nombramientos. Esta, por su vez, indica los ocupantes de los cargos, cuya aprobación o no depende de la Asamblea. En realidad, es solamente en las comunidades locales que la totalidad de los miembros tiene la oportunidad de constituir la Asamblea. Ellos participan de la Asamblea de la Asociación mediante representantes escogidos por las comunidades locales. En los otros niveles de administración —Unión, División y Asociación General— los representantes son, en su mayoría, autoridades y funcionarios.
3. El consenso de la mayoría de los miembros de la Iglesia, debidamente convocados a través del sistema representativo, debe ser considerado como “la voz de Dios”, esto es, como la máxima autoridad. Elena G. de White expresa esta directriz de diversas maneras. Un ejemplo es este: “El más alto poder abajo del Cielo, lo concedió el Señor a Su Iglesia. Es la voz de Dios en Su pueblo reunido en la calidad de una Iglesia, que debe ser respetada” (Testemunhos Seletos, vol. 1, pág. 395). Pero, ella atribuye ese poder exclusivamente a la Asociación General, porque es el organismo que representa toda la I.A.S.D.. Esta directriz no encuentra paralelo en la Biblia. Sin embargo, corrsponde con el eslogan repetido con frecuencia en las democracias modernas: “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Lo que realmente ocurre es que la “voz del pueblo” se transforma en la Asociación General en la voz de las autoridades eclesiásticas y de sus funcionarios subalternos, pues son estos los que componen la Asamblea y la Comisión Ejecutiva de ese nivel de administración.
Esta versión teista contiene ideas fundamentales de la doctrina francesa sobre la representación política. Lo más probable es que los pioneros adventistas no las recibieron directamente de las fuentes francesas, y sí del ambiente cultural de los E.U.A.. En el período de formación de los E.U.A., había una identificación entre los protestantes norteamericanos, descendientes de los “padres peregrinos”, y la doctrina francesa. Esta fue ampliamente difundida en las colonias por los inmigrantes que huían de las persecuciones religiosas en Europa. Sabemos que esa doctrina fue fundamental en la constitución del sistema representativo norteamericano.
El sistema representativo funciona en la I.A.S.D. entre los períodos administrativos, cuando hay elecciones de las autoridades y funcionarios. En la comunidad local y en la Asociación, ellas ocurren de acuerdo con el concepto de representación popular. En los otros niveles de administración, la elección sigue el concepto de representación corporativa. Durante los períodos administrativos, el proceso administrativo se realiza dentro del sistema burocrático como ocurre en el Estado y en las grandes corporaciones.
La burocracia fue adoptada por I.A.S.D. como solución para los nuevos problemas administrativos resultantes del crecimiento constante del número de miembros, de su expansión en el mundo y de la necesidad de elaborar y mantener al día sus estatutos y normas administrativas. Las exigencias legales obligaron la organización adventista a contratar jurisconsultos con formación universitaria. La presencia obligatoria y la participación constante de esos jurisconsultos contribuyó para la introducción de la burocracia en la estructura de la I.A.S.D.. En nuestros días, los jurisconsultos y los administradores ejercen mucho más influencia que los teólogos en las cuestiones técnicas de administración eclesiástica.
Ahora pasamos a analizar como la burocracia entra en competencia con el sistema representativo, y como tiende a corroer y a desagregar dicho sistema dentro de la estructura de la I.A.S.D..
El cotejo entre burocracia y representación política revela que son incompatibles en ciertos aspectos fundamentales. (Vea el cuadro un poco más abajo.) La burocracia limita y hasta impide que se realicen los conceptos básicos de la representación política.
De acuerdo con el sistema representativo, la organización adventista está constituida por una jerarquía de asambleas y comisiones ejecutivas apoyadas en una base: las iglesias locales. Teóricamente, es en esas congregaciones donde se encuentra el origen de todas las delegaciones y mandatos. En la práctica, la presión de la base alcanza hasta la Asociación. Los otros niveles de administración tienen una completa independencia de las iglesias locales.
La burocratización no alteró la estructura original de la I.A.S.D., pero modificó profundamente el proceso y el comportamiento administrativos. En el Manual de la I.A.S.D. hay expresiones que corresponden con el sistema representativo, favorable a una sociedad igualitaria. Afirma que todos los participantes de la I.A.S.D. son “uno en Cristo” (Gál. 3:28), y que “jamás debe existir entre los seguidores de Cristo cualquier predilección por casta, nacionalidad, raza o color” (pág. 24). Y reconoce la “igualdad de ordenación de todo el ministerio” (pág. 45).
Sin embargo, la burocracia requiere una sociedad de clases. Por eso, los adventistas del séptimo día están divididos en cuatro clases: 1) autoridades eclesiásticas — llamadas “administradores”, 2) funcionarios subalternos — llamados “departamentales”, 3) pastores y 4) laicos.
De acuerdo con una directriz original, el sistema representativo de la I.A.S.D. se opone a las formas monocráticas de autoridad. Elena G. de White la expresa así: “Dios no estableció entre los Adventistas del Séptimo Día ninguna autoridad suprema para dirigir toda la corporación, o cualquiera sección de la obra. Él no estipuló que la responsabilidad de la dirección recayera sobre unos pocos hombres. Las responsabilidades son divididas entre gran cantidad de hombres competentes” (Testemunhos Seletos, vol. 3, pág. 240). Este gran grupo de hombres está formado por la jerarquía de asambleas y comisiones ejecutivas de todos los niveles de administración.
Sin embargo, la tendencia monocrática de la burocracia debilita la autoridad de dichos organismos corporativos y fortalece el poder de las autoridades eclesiáticas, principalmente el poder de los presidentes, llevando a un desvío del principio de igualdad de todo el ministerio. Además de presidir los organismos corporativos, los presidentes poseen un poder de iniciativa que no lo tienen los pastores. que cuidan de iglesias o distritos de congregaciones locales. Ciertos aspectos de la función de los presidentes les otorga una autoridad creciente sobre los pastores. Generalmente, ellos tratan de obtener el máximo provecho de la posición jerárquica y del poder burocrático. Y, así, se establece la cadena típica de dominación de la burocracia: el “señor” de un nivel de administración es dominado por el “señor” del nivel inmediatamente superior.
Contradicciones Entre Representación y Burocracia
El cotejo entre representación y burocracia revela que son métodos incompatibles en ciertos aspectos fundamentales. La forma actual de gobierno de la I.A.S.D. consiste en superponer los dos esquemas presentados en el cuadro que sigue. Basta darle una mirada rápida a ese cuadro para evidenciar las contradicciones entre ambos métodos de administración y hasta que punto uno es capaz de limitar o anular al otro.
REPRESENTACIÓN
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BUROCRACIA
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Iglesia: igualdad de estado de todos los participantes
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Iglesia: dividida en administradores y no administradores
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Capta la voluntad de la mayoría
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Capta la voluntad de los administradores
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Sistema de mediación: gobierno eclesiástico presentado por todos
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Sistema de mediación: gobierno eclesiástico de acuerdo con la voluntad de los administradores
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Organiza la voluntad geral en acciones que representan el interés colectivo
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Organiza la voluntad de los administradores para manipular a los no administradores
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Sociedad igualitaria
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Sociedad de clases
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Apelación básica: expresión libre de la voluntad de todos
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Apelación básica: igualdad de derechos y oportunidades
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Siguen algunos ejemplos concretos sobre el proceso y el comportamiento administrativos típicos de la burocracia.
En la Asamblea de la Asociación, es el presidente de la Unión quien preside la Comisión de Nominaciones, encargada de indicar las autoridades eclesiásticas (presidente, secretario y ecónomo) y sus funcionarios subalternos (departamentales), mientras el secretario y el ecónomo de la Unión presiden otras comisiones. Cada una de esas autoridades somete a votación en la Asamblea las decisiones de sus respectivas comisiones. De este modo, ejercen su influencia en la etapa más significativa del proceso decisorio de la Asociación.
El presidente de la Asociación es nominado en primer lugar, y será siempre un pastor que cuente con el apoyo del presidente de la Unión. Inmediatamente este somete la indicación a la votación de la Asamblea, y convida al presidente recién elegido de la Asociación para participar de la Comisión de Nominaciones. A partir de ese momento, todas las demás nominaciones serán influenciadas también por el nuevo presidente de la Asociación.
En el período entre las asambleas, el proceso decisorio funciona generalmente del siguiente modo: antes de cada reunión de la Comisión Ejecutiva, las autoridades eclesiásticas preparan la agenda. Esta reunión previa permite a las autoridades eclesiásticas seleccionar los temas que serán presentados a la Comisión Ejecutiva, estudiarlos previamente y pensar en soluciones. En la mayoría de los casos, los miembros de la Comisión Ejecutiva no tienen otra alternativa sino pedir informaciones adicionales y aprobar las propuestas hechas por las autoridades eclesiásticas. Como la Comisión Ejecutiva está compuesta —por lo menos en Brasil— principalmente por los funcionarios subalternos, estos se sienten en la obligación de apoyar la voluntad de las autoridades eclesiásticas.
En los E.U.A., la Comisión Ejecutiva de la Asociación está compuesta, en su mayoría, por representantes de las iglesias locales. Los funcionarios tienen, generalmente, uno o más representantes. O sea, prevalece el concepto de representación de las bases. En Brasil, como en casi toda América Latina, ese organismo está formado, en su mayoría, por funcionarios. Las iglesias locales son representadas por uno o dos miembros laicos, generalmente escojidos por las autoridades eclesiásticas. Por lo tanto, prevalece el concepto de representación corporativa (de actividades e instituciones).
Características del Proceso y del Comportamiento Administrativos
1. Predomina la voluntad de las autoridades eclesiásticas (administradores). Quien observa la práctica, percibe que las autoridades eclesiásticas dan órdenes a sus funcionarios subalternos, y estos a las iglesias locales, sobre qué, cómo, cuándo y cuánto deben hacer.
¿Por qué existe esa hegemonía de la voluntad de las autoridades eclesiásticas?
La explicación, desde el punto de vista de la representación política, ya fue dada hace mucho tiempo por J.J. Rousseau en su libro El Contrato Social. Él distingue “tres voluntades esencialmente diversas” en la persona del magistrado (para aplicarlas a la estructura de la I.A.S.D. basta substituir “magistrado” por “autoridad eclesiástica”). Ellas son: 1) la voluntad propia del magistrado, que busca su propio provecho particular; 2) la voluntad común de los magistrados, también llamada voluntad de cuerpo, que opera únicamente en benefício del gobierno; y 3) la voluntad general del pueblo, o voluntad soberana, que debe ser la única regla para las otras voluntades.
Rousseau entiende que la voluntad soberana (la del pueblo) es la más débil. Después sigue la voluntad del cuerpo. Siendo la más fuerte la voluntad particular. Por eso cada magistrado es primeramente él mismo, después magistrado y, por último, ciudadano o miembro del pueblo. Y de esto se concluye que tal gradación se opone enteramente a la exigida por el orden social del pueblo. Esta crítica a la realidad inmediata, lleva en cuenta los impulsos egoístas de la personalidad humana, los intereses particulares y corporativos que, en nombre del “orden natural”, embisten contra la voluntad colectiva y usurpan la soberanía de la sociedad. (Rousseau, Coleção Os Pensadores, 1978, pág. 80).
De la polarización entre los intereses particulares y los generales, ninguna sociedad u organización está libre. Por lo tanto, no es de extrañar que en la I.A.S.D. prevalezcan la voluntad propia y la voluntad de cuerpo de las autoridades eclesiásticas sobre la voluntad general.
La explicación del punto de vista de la burocracia fue dada por Mauricio Tragtenberg (Burocracia e Ideologia, Ed. Ática, 1980, págs. 186 a 219). Según ese autor, la burocracia surgió en la sociedad humanística liberal como mediación entre los intereses particulares y los generales. Sin embargo, con el pasar del tiempo, y debido a ciertas circunstancias, la burocracia se dedicó a ejercer un poder político de dominación. Defendiendo sus intereses personales y el de los propietarios, los altos funcionarios usurparon el poder de la mayoría e impusieron sus intereses. Por eso, la oferta de igualdad de derechos y oportunidades para todos, hecha por la burocracia, es un idealismo utópico. En el campo político, la burocracia separa la toma de decisiones de la voluntad de los gobernados de la misma forma como el capitalismo separa al capitalista y los administradores de los medios de producción. De ahí que quien ejecuta las órdenes no tiene el derecho de saber por qué lo hace, ni si quiere o no ejecutarlas; únicamente es obligado a cumplirlas.
Para Max Weber, la burocracia es propicia a la hegemonía de los altos funcionarios (en nuestro caso, de las autoridades eclesiásticas). Y esto se debe al ejercicio del poder, por esos funcionarios, en la estructura burocrática. Parafraseando la definición clásica de Max Weber, podemos definir el poder que las autoridades eclesiásticas ejercen en todos los niveles de administración de la I.A.S.D., del siguiente modo: “Es la posibilidad de que una autoridad eclesiástica, o un grupo de autoridades eclesiásticas, realice su voluntad propia en una acción comunitaria de la Iglesia, aun hasta contra la resistencia de otros que participan de la acción”.
2. Alienación y aislamiento. Según Rousseau, la representación política es un poder intermediario introducido entre la autoridad soberana (el pueblo) y el gobierno. La representación política exime a los ciudadanos de participar directamente en el servicio público, y ellos se dedican a sus intereses personales. O sea, la representación política favorece la debilidad y el amor a la comodidad, pues implica un cambio, por parte de los ciudadanos, de su participación directa y personal en el servicio público por dinero. Pasémosle la palabra a Rousseau:
“Desde que el servicio público deja de constituir la actividad principal de los ciudadanos y ellos prefieren servir con su bolsa a servir con su persona, el Estado ya se encuentra próximo de la ruina. Si les fuese preciso combatir, pagarán tropas y se quedarán en casa. Sometidos a la flojera y a la fuerza del dinero, tendrán, por fin, soldados para esclavizar la patria y representantes para venderla.” (Rousseau, Coleção Os Pensadores, pág. 106)
Rousseau señala el efecto más significativo del cambio de los servicios personales por dinero en el sistema representativo: esclavitud. El dinero dado por los ciudadanos financia la dominación de los gobernantes y representantes. Sus expresiones son: “Dad oro, y luego tendréis fierros. La palabra finanza es una palabra de esclavos...”.
La esclavitud ocurre porque la voluntad no puede ser delegada. Si los ciudadanos se rehúsan a ejercer la voluntad soberana mediante la participación directa en el servicio público, y nombran representantes, prevalecerá la voluntad de los representantes y no la de los representados. Y los ciudadanos quedarán bajo el yugo de sus representantes.
En la burocracia, según Max Weber (pág. 238 y siguientes), el factor económico y financiero es un factor de poder. Él señala el desarrollo de una economía monetaria como una de las presuposiciones y causas de la burocracia. Dicha economía da los recursos para mantener funcionando la máquina burocrática — como los sueldos y demás beneficios de las autoridades y de sus funcionarios subalternos. La dominación en la cual está apoyada la burocracia no seria posible sin que ella se apropie de los medios de producción, de una buena parte de los recursos financieros. (Ver Maurício Tragtenberg, Burocracia e Ideologia, capítulo V).
La burocracia adventista domina los miembros de la Iglesia y los aliena del serviço cristiano de esas dos maneras — haciéndolos nominar representantes y apropiándose de los diezmos y de una buena parte de las ofrendas y donativos. Podemos parafrasear los dichos de Rousseau, transcritos anteriormente, para describir la condición de los miembros de la I.A.S.D.: “Desde que el servicio cristiano deja de constituir la actividad principal de los miembros de la Iglesia y ellos prefieren servir con su dinero a servir con su persona, la Iglesia ya se encuentra próxima de la ruina. Si les fuese preciso anunciar el evangelio, pagarán misioneros y se quedarán cuidando de sus propios negocios; si fuese necesario ir al consejo de la Iglesia, nominarán representantes y se quedarán en casa (viendo televisión). Por la tendencia de aislarse, tendrán representantes para dominarlos en la Iglesia”.
Pero es preciso ver también el otro lado de la moneda: cuando el sistema constituye representantes y se apropia de una buena parte de los recursos financieros, le parece demasiado a los miembros que la I.A.S.D. aún exija el servicio cristiano personal y directo. Es así que la organización adventista aliena y aisla los miembros de la Iglesia.
Y de hecho, ya fue constatado que aproximadamente 10% de los miembros de la I.A.S.D. participan del servicio cristiano, a pesar de los esfuerzos constantes por parte de la organización para elaborar planes que los incentiven a participar. En el libro Servicio Cristiano hay vigorosos llamados de Elena G. de White para que los miembros de la I.A.S.D. superen el aislamiento y se dediquen al servicio cristiano. El tercer capítulo de ese libro tiene una cierta sintonía con los motivos de la alienación mencionados por Rousseau.
Una de las causas de la alienación es la siguiente: Cuando se eligen presidentes, secretarios, tesoreros y departamentales y el tamaño de la administración es excesivo, es muy difícil tener una estrategia comunitaria a largo plazo, porque el sistema se politiza por dentro, o sea, los elegidos lo hacen funcionar para atender a sus intereses y para mantener su posición.
El proceso y el comportamiento administrativos de los adventistas genera alienación y aislamiento en dos sentidos: de los miembros con relación a la estructura de la administración y de esta con relación a los miembros. Veamos los aspectos más significativos.
3. Jerarquía. Como sucede en cualquier otra burocracia moderna, la I.A.S.D. distribuye la autoridad de forma jerárquica, con puestos y niveles superiores e inferiores, en los cuales la subordinación obedece al grado de autoridad de la escala jerárquica, basada en áreas fijas de jurisdicción.
Los adventistas llevaron a las últimas consecuencias la administración como trabajo exclusivo. Las autoridades eclesiásticas dedican la mayor parte del tiempo a la administración técnica. Ellas no tienen, como ocurre en otras denominaciones cristianas, sus respectivas iglesias locales para desempeñar ofícios pastorales. Sus actividades administrativas forman un universo separado de las iglesias locales y de la obra evangélica. Y esto se debe al hecho de que las iglesias locales forman el nivel inferior de la organización y son áreas de jurisdicción de los pastores. O sea, existe una separación entre función administrativa y función evangélica. Las autoridades eclesiásticas no participan directamente de la función evangélica y los pastores no participan directamente de la función administrativa (sólo cuando son nominados para ocupar cargos administrativos).
4. Oficinas y centralización. El centro de actividad de las autoridades eclesiásticas y de sus funcionarios subalternos se encuentra en las oficinas, y no en las congregaciones. Las oficinas, como señala Max Weber, son una característica de la burocracia moderna. En el caso de la I.A.S.D., las oficinas no sirven sólo para ser el centro de la actividad administrativa, guardar los archivos de documentos y expedientes, segregar la actividad administrativa como algo distinto de la vida privada de los funcionarios, también sirven para separar los administradores de los que no son administradores. Las oficinas, como sinónimo de conocimiento técnico especializado en administración, son el lugar separado y aislado desde el cual las autoridades eclesiásticas y sus funcionarios subalternos defienden su posición privilegiada. Por ese motivo, los edificios de los organismos administrativos son exclusivamente oficinas, y están separados de iglesias, instituciones y todo lo demás.
5. Secreto. El secreto es una de las características más notables del poder, y que las autoridades eclesiásticas lo llevaron a las últimas consecuencias en el proceso y en el comportamiento administrativos de la I.A.S.D.. Las sesiones pertinentes al proceso decisorio son siempre sesiones secretas. La mayoría de las decisiones tomadas en esas sesiones son conocidas sólo por las autoridades eclesiásticas, y, a veces, por sus funcionarios subalternos, permaneciendo archivadas en secreto. No es costumbre de los organismos administrativos presentar informes financieros periódicos para todos los participantes. Esos informes son conocidos únicamente por los niveles superiores de la administración. Durante la Asamblea, dichos informes son presentados en forma técnica y con pocos detalles. Sólo las autoridades eclesiásticas tienen copias del Libro de Reglamentos, que queda guardado bajo siete llaves para que los “obreros” no conozcan sus derechos y, de ese modo, puedan ser manipulados. La inmensa mayoría de los miembros de las iglesias locales no sabe lo que ocurre en los niveles de la administración de la I.A.S.D..
Para Max Weber (págs. 269 y 272), el secreto es un medio de poder en las burocracias. Él explica cómo el secreto es usado en ese sentido:
“Toda administración burocrática busca aumentar la superioridad de los que son profesionalmente informados, manteniendo secretos su conocimiento e intenciones. La administración burocrática tiende siempre a ser una administración de ‘sesiones secretas’; en la medida en que puede, oculta sus conocimientos y acción de la crítica.”
Aislamiento y secreto son, en el parecer de las autoridades eclesiásticas, los elementos fundamentales de la buena administración. En realidad, son parte de un proceso y de un comportamiento administrativos políticamente convenientes al ejercicio del poder, y que hacen que la administración adventista sea “jesuítica” (secreta). Esta defiende su existencia por el sigilo administrativo, por la ocultación de las decisiones. Y, así, profundiza su modo de ser alienado y alienante.
6. Despotismo administrativo. Este es el aspecto del cual más reclaman obreros y laicos, principalmente. El despotismo administrativo existe porque las autoridades eclesiásticas de la I.A.S.D. tienen como base el antiguo principio de la autoridad indiscutible, esto es, no se pueden cuestionar sus determinaciones, su voluntad. La autoridad indiscutible de los presidentes, de los jefes y de los que mandan preocupan a muchos adventistas, y provoca tensiones entre pastores y laicos, entre iglesias locales y Asociación, entre instituciones y entre niveles de administración.
El despotismo administrativo hace con que la administración sea más autoritaria que comunitaria, más centralizada que compartida. El poder despótico es justificado por la necesidad de mantener la unidad de la I.A.S.D.. Pero —esta es mi opinión— el despotismo administrativo puede producir un efecto contrario y transformarse en el principal peligro para la unidad. La Historia está llena de ejemplos de reacciones, generalmente violentas, en contra el poder despótico de los administradores.
7. Despolitización. Una de las características de los adventistas, principalmente de los que no son administradores, es su aversión por lo político, que generalmente consideran algo malo en sí, un campo en que los cristianos no deben entrar. Muchos confunden política con politiquería o con la lucha entre partidos. Oficialmente, la I.A.S.D. se mantiene alejada de la política pública tanto cuanto sea posible. No tiene ninguna contribución positiva que oriente la acción política y social. No existe la comprensión de que la Iglesia es una institución pública, y que su vida pública está insertada en la política. Aquí uso “política” o “político” tanto en el sentido más amplio, refiriéndose a la vida total de los pueblos como entidad colectiva, cuanto en el sentido más restricto, relacionado con el poder. No uso esos términos en el sentido aún más restricto de “lucha partidaria”.
Tampoco existe la comprensión de que la I.A.S.D. es un grupo político — entre otras cosas, tiene una forma de gobierno, una estructura de administración con base territorial, períodos administrativos definidos y realiza elecciones. Más sorprendente todavía es el hecho de que la mayoría de los miembros laicos no saben precisar cuál es la forma de gobierno de la I.A.S.D. ni describir su estructura.
Cuatro son las causas de la despolitización de los adventistas:
a) Los administradores son los únicos politizados y ellos excluyen los demás participantes del proceso administrativo por el comportamiento que está siendo analizado. Y así, dejan el camino libre para manipular, con considerable autonomía, el cuerpo de creyentes.
b) El mensaje adventista tiene ciertas características que contribuyen para la despolitización: promueve comprometimientos sólo del tipo individual y sólo destaca aspectos individuales de la fe. Las virtudes cristianas son presentadas en forma abstracta — nunca se dice lo que ellas significan aquí y ahora. (Un estudio en ese sentido se encuentra en Edegard Silva Pereira, "Persuasão numa Revista Religiosa", en Simpósio, ASTE, São Paulo, Diciembre de 1982, págs. 116-133). El cuño apocalíptico del mensaje enfatiza que el mundo es malo, está volviéndose cada vez peor y en breve será destruido por Dios. Remite los fieles a un “mundo del otro mundo” que no se sabe cómo es ni dónde está. Los adventistas se encuentran en una condición contradictoria: tienen que vivir en este mundo, pero su fe los aliena de la realidad. No es de extrañarse que muchos se sientan perdidos y encuentren “seguridad” en el aislamiento, en guetos formados, generalmente, en torno de instituciones educacionales adventistas.
c) La teología adventista es una teología clásica, tradicional, marcada por el idealismo y por la incapacidad de percibir los aspectos positivos de los hechos y situaciones sociales. No consigue tratar los problemas políticos a no ser bajo la forma de cuestiones vinculadas con la ética. Pero, la perspectiva ética, por causa de su naturaleza abstracta, conduce necesariamente la reflexión teológica al moralismo. O sea, reduce la teología a un idealismo ético.
d) El principal medio de socialización de los miembros, la Escuela Sabática, está dentro de la línea trazada por los ítems anteriores. El estudio de la Biblia es orientado para que los participantes tengan una comprensión de lo que significa existir como individuo religioso, muchas veces de una comunidad cristiana provinciana, empeñada en trabar su guerra dogmática particular. Lo que se busca es manipular, condicionar, adiestrar los individuos para que consientan con la forma de gobierno eclesiástico y sean obedientes. Pero, ese condicionamiento no sólo aliena al individuo, también empobrece su vida e impide que él sea una persona completa.
8. Propaganda ufana y triunfalista. Un buen ejemplo de ese tipo de propaganda dirigida al medio interno es el artículo de Walter R. Beach "Perigos e Correntes Contrárias à Organização" (Revista Adventista, Julio de 1979, págs. 38-40). Cito dos párrafos:
“El gobierno de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fue moldeado según el dechado apostólico. [!] La autoridad final en la iglesia pertenece a los miembros. [!] La responsabilidad ejecutiva o administrativa es delegada a grupos representativos y a oficiales. A través de la voz de los miembros y de la imposición de manos por el ministerio ordenado, una forma representativa de gobierno eclesiástico une los creyentes en iglesias, Asociaciones, Misiones, Uniones en un cuerpo común, la Asociación General, que actualmente opera a través de 12 Divisiones mundiales (incluyendo a China y a Rusia)."
"Bajo la influencia del Espíritu de Profecía [entiéndase Elena G. de White] y en armonía con el patrón de la primitiva Iglesia apostólica [!], nuestros pioneros escogieron un liderazgo colectivo [!] para la organización de la Iglesia en vez de un sistema unitario con el poder y autoridad centralizados en una persona.”
Por todo lo que fue visto hasta aquí en este estudio, sabemos que algunas expresiones de esa cita (las que terminan con la señal de exclamación entre paréntesis) no son verdaderas. La actual forma de gobierno de la I.A.S.D. no tiene nada que ver con el dechado apostólico ni con el patrón de la Iglesia primitiva; la autoridad final no pertenece a los miembros, y sí a las autoridades eclesiásticas; sufrió tantas mutaciones, que está lejos de ser la forma escogida por los pioneros. Verdadera es la afirmación de que el cemento de la I.A.S.D. es su máquina de gobierno, centralizada en la Asociación General, que detenta el poder soberano.
Sería imposible para Walter R. Beach probar que el Nuevo Testamento habla que la autoridad final pertenece a los miembros, que habla en sistema representativo, Asociación, Unión, División y Asociación General... El propagandista no precisa hablar el lenguaje de las Escrituras, basta hacer creer que habla de acuerdo con ellas. Tampoco precisa probar nada. La propaganda requiere que apenas se afirme categóricamente aquello que se defiende.
Según J. A. C. Brown, en su libro Técnicas de Persuasão (Rio de Janeiro, Zahar, 1976) la propaganda funciona así:
“El mecanismo fundamental empleado por todas las formas de propaganda, como vimos, es la sugestión, que puede ser definida como la tentativa de inducir en otros la aceptación de una creencia específica sin dar razones por sí mismas evidentes o lógicas para esa aceptación, ya sea que ellas existan o no.” (Pág. 26).
“El propagandista raramente discute, pero hace afirmaciones osadas en favor de sus tesis. Ya vimos ser la esencia de la propaganda la presentación solamente de un lado de la cuestión, la limitación deliberada del razonamiento y de la indagación libres.” (Pág. 29).
Las publicaciones y las habladurías dirigidas al medio interno sólo se refieren a lo que engrandece la I.A.S.D.. Muestran apenas la cara limpia de la organización. La otra cara sucia queda escondida. La Biblia no hace esa desfiguración de la realidad cuando se refiere a Israel o a la Iglesia primitiva. La propaganda ufana y triunfalista —piensa que es dueña de la verdad, afirma ser la única Iglesia verdadera, la que tiene la mejor organización— hace de la I.A.S.D. una comunidad arrogante y presuntuosa.
La burocracia representativa de la I.A.S.D. actúa de manera no técnica, porque, de un lado, pretende responder a los propósitos cristianos de la Iglesia convidando a todos sus miembros para participar; del otro lado, por el proceso y el comportamiento administrativos que adoptó, los aliena e aísla.
Ventajas y Desventajas
Para Max Weber (págs. 249-251), la superioridad de la organización burocrática sobre cualquier otra forma de organización es puramente técnica. Él señala las siguientes ventajas técnicas de la burocracia:
“Precisión, velocidad, claridad, conocimiento de los archivos, continuidad, discreción, unidad, subordinación rigurosa, reducción del roce y de los costos de material y personal — son llevados al punto óptimo en la administración rigurosamente burocrática, especialmente en su forma monocrática.”
E indica las causas de esas ventajas técnicas: 1) el principio monocrático que elimina el roce, la demora y los compromisos entre intereses y opiniones en conflicto propios de los órganos colegiados; 2) el principio de especialización de las funciones administrativas permite a los funcionarios tener un entrenamiento especializado y aprender cada vez más; y 3) la racionalización expresada mediante “reglas calculables” permite calcular los resultados.
La organización adventista goza parcialmente de las ventajas técnicas de la burocracia, debido a las limitaciones impuestas por el sistema representativo. O sea, no es un tipo puro de burocracia. Otro aspecto limitador se encuentra en las iglesias locales. En estas, con excepción del pastor, todos los demás cargos y funciones son del tipo voluntario, no remunerado. Este tipo de trabajo está menos sujeto a los esquemas administrativos superiores. De ahí ser menos exacto, continuado y unificado. Hay omisiones, demoras y falta de exactitud en la realización de los diversos deberes.
Pero, para que existan esas ventajas técnicas, es preciso pagar muy caro. Ellas son una respuesta de la burocracia a la cultura moderna, cada vez más complicada y especializada, y que exige el perito despersonalizado, rigurosamente objetivo. La administración “racional” elimina los trazos personales y subjetivos. O sea, aproxima el comportamiento de los funcionarios al comportamiento de un robot frío y calculista. Max Weber señala la deshumanización como la principal desventaja de la burocracia:
“...la burocracia es “deshumanizada”, en la medida en que consigue eliminar de los negocios oficiales el amor, el odio, y todos los elementos personales, irracionales y emocionales que huyen al cálculo. Es esa la naturaleza específica de la burocracia, alabada como su virtud especial.”El alto precio que la organización adventista paga por la eficiencia de su máquina burocrática es la deplorable calidad de la persona humana de las autoridades eclesiásticas y de sus funcionarios subalternos. Son del tipo que se olvida de la importancia de las personas. Se comportan como si la administración eclesiástica fuese un fin en sí, y las personas apenas un medio. Están más interesados en alcanzar objetivos referentes al crecimiento de la I.A.S.D., expresados en algarismos numéricos, que en la formación del carácter. Y hay aquellos que están más preocupados en conquistar cargos, o mantenerse en los cargos que ocupan, que en “pastorear el rebaño”. La lucha por puestos anula algunas virtudes cristianas, y transforma “pastores” en verdaderos animales predatores del rebaño.
La racionalidad del proceso administrativo hace que los funcionarios sean indiferentes a las necesidades, carencias y sentimientos de las personas. El cumplimiento de las normas de la administración los hace actuar con frialdad. ¿Quién es que, siendo miembro de la I.A.S.D., ya no sintió un poco de esa frialdad, de esa indiferencia? O no se preguntó ¿“cómo la administración de la I.A.S.D. vino a parar en ese punto”? O, siendo “obrero” y sintiéndose abrumado por las presiones frecuentemente brutales de las autoridades eclesiásticas, no pensó ¿“cómo puedo conciliar ese comportamiento brutal con la vida cristiana? O no se preguntó ¿“dónde fue a parar el encantamiento en mi trabajo?”
Las presiones de los niveles superiores de administración sobre las bases produjo dos efectos: las iglesias locales fueron organizadas en distritos pastorales, y los pastores fueron transformados en gerentes de esos distritos. Como tales distritos están formados por varias iglesias locales, se volvió imposible que los pastores atendiesen las necesidades de las personas. Los pastores fueron obligados a pensar cada vez más como gerentes que como pastores en el sentido bíblico. La burocratización de la actividad pastoral requiere que los pastores trabajen orientados por la “calculabilidad” de los resultados, de manera despersonalizada y rigurosamente objetiva. Y así, los pastores tuvieron su autoridad aumentada, pues a la autoridad de la Palabra, les fue añadida la autoridad burocrática. Pero, esa es una caricatura de pastor. Con todo, estos efectos negativos de la burocracia no consiguen anular los efectos positivos de la Palabra y de la acción humanizante del Espíritu. Por eso, en la I.A.S.D. existen también personas maravillosas.
La Antiadministración
A pesar de la eficiencia de la burocracia, las inclinaciones egoistas del ser humano —el ego es una fuerza formidable que no debe ser desconsiderada— pueden echarla a perder en ciertas organizaciones. Entre los fenómenos que más preocupan a los especialistas en administración, se encuentra este: en un primer momento, la administración funciona para alcanzar los objetivos de las organizaciones; después, en un segundo momento, la administración actúa más en función de sí misma. Este fenómeno y sus efectos es conocido como antiadministración. Veamos algunas características de ese segundo momento y que son evidentes también en la organización adventista:
-La administración funciona más de acuerdo con los intereses de los administradores que de acuerdo con los objetivos y necesidades de la comunidad.
-Se multiplican los administradores y los organismos administrativos, al punto de haber más de lo que es necesario.
-Los procedimientos se vuelven cada vez más complejos debido a la acción controladora de los administradores.
-La administración se vuelve exageradamente grande y muy cara. Se gasta más tiempo, dinero y energía en mantener la gigantezca máquina administrativa que en alcanzar los objetivos comunitarios.
-Los cargos son distribuidos de acuerdo con los intereses personales de los administradores. Nominan como funcionarios no tanto las personas más competentes y calificadas, sino las más subsirvientes. A su vez, los funcionarios incompetentes nominan auxiliares más incompetentes que ellos, para no tener que cederles el cargo más tarde. Es así que se promueve la incompetencia en las grandes organizaciones.
-La acción administrativa se orienta por la conquista y la manutención del poder. Hay una deterioración del ambiente interno, provocada por la lucha por la conquista de los puestos. Las relaciones entre colegas es marcada por envidia, celos, intriga, discordia y persecuciones internas.
-Los administradores transforman el “poder de función” en “poder de explotación”. Cuidan de establecer crecientes privilegios exclusivos para sí mismos, que cuestam mucho dinero. Surgen los administradores que viajan mucho y trabajan poco.
La antiadministración ya llevó grandes corporaciones a la quiebra y hace con que Estados pasen por agudas crisis. Abra el diario de hoy y verá que en este momento empresas aparentemente sólidas están quebrando y Estados están con su economía en situación crítica. En la I.A.S.D., los efectos destructivos de la antiadministración son más visibles en la mala índole de algunos administradores, no tanto como bancarrota o crisis financiera.
La antiadministración acurre, según Max Weber (págs. 31, 260 y siguientes), porque la burocracia tiene una tendencia hacia la formación y el mantenimiento de una casta autoritaria e irremovible de mandarines, distanciada de las personas comunes que no tienen entrenamiento especializado, diplomas o cargos administrativos. La casta de mandarines se defiende adoptando el sistema de despojos (distribuyen los cargos y favores a personas que les dan apoyo irrestricto, independiente de sus habilitaciones o méritos para ocupar tales cargos). El resultado es lo opuesto de lo esperado: limitación de las oportunidades, aumento de las irregularidades y falta de eficiencia técnica.
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