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Elena G. de White contribuyó con la versión teista de la organización |
Desde el nacimiento mismo de la potestad de su leviatán, la organización adventista se encargó de fabricar los secretos del poder que ejerce en las comunidades adventistas y la teoría que legitima su autoridad religiosa. Para fabricar dichos secretos, guardó silencio acerca de las ideas en las cuales fundamenta las relaciones de poder, y para ocultarlas aún más, elaboró una engañosa versión teísta de la organización.
Mi tarea aquí es dejar al descubierto lo que el leviatán adventista esconde detrás de ese silencio, y señalar las dislocaciones conceptuales, a veces sorprendentes, de su versión teísta de la organización, la cual usa como instrumento para domesticar el pensamiento, fabricar consensos y crear ilusiones necesarias a la gestión administrativa.
Para ser verdadero, el discurso de las autoridades adventistas debería ser este: “Sí, creamos una máquina de dominación, que copiamos de la máquina de dominación de los Estados Unidos de América (de ahora en adelante designado E.U.A.). Ella garantiza la unidad global de la I.A.S.D.”.
Pero el discurso de dichas autoridades es otro: propagan la versión teísta de la organización creada por Elena G. de White, la cual afirma que el modelo de la organización de la I.A.S.D. se encuentra en el “mundo divino”, y presenta a las autoridades eclesiales como las defensoras de “un orden y de leyes más elevadas que las terrestres”.
Si los que mandan más en la I.A.S.D. se presentaran con el pecho abierto, tal vez conseguirían que los adventistas fuesen espíritus libres. Para éstos, el poder eclesiástico no sería más un escándalo ideológico. Sería única e francamente una cuestión de organización, y se preocuparían más en el sentido de que el poder eclesiástico fuese ejercido con menos daño para todos aquellos que son, por principio, excluidos de él.
Pero cuando se trata de ocultar en qué ideas se fundamentan las relaciones de poder en las organizaciones religiosas, hasta los "siervos de Dios" deben mentir.
Orígenes de la I.A.S.D.
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Defensor del apocalipsis judaico |
El movimiento creado por Miller inspiró la creación de la I.A.S.D., la cual continúa hasta hoy cometiendo el mismo error metódico-hermenéutico de ese hacendado: la tentativa de inserir el Nuevo Testamento, incluso el apocalipsis cristiano primitivo, en el mundo de las concepciones de la apocalíptica judaica, principalmente en el libro de Daniel.
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La interpretación historicista del fin del mundo de Miller era el resultado de una mezcla infeliz de apocalipsis judaico con apocalipsis cristiano. |
Con certeza, el Nuevo Testamento no es una continuación histórica del apocalipsis judaico, dedicado a la especulación con épocas y períodos que supone están determinados y permiten calcular la cronología del mundo. El Nuevo Testamento se ocupa del testimonio sobre la persona y la enseñanza de Jesucristo. Y en ninguna parte resume la substancia de la obra de Cristo, por consiguiente la substancia del Evangelio, en un sistema de especulación apocalíptica.
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Santiago White y Elena G. de White |
La expectativa provocada por el anuncio eminente del regreso de Jesucristo terminó en profunda decepción. La ansiada parusía no aconteció en ninguna de las fechas previstas. Pero un pequeño grupo de milleritas de Port Gibson, NY, creyó haber resuelto el misterio de la decepción y continuó anunciando el regreso próximo de Cristo sin marcar fecha. De ese grupo participaban Santiago White, que más tarde fue el primer presidente de la I.A.S.D., y su esposa, Elena G. de White, la líder carismática de la I.A.S.D., a la que se le atribuyó poseer el “don de profecía”.
Los primeros pasos en la organización de las congregaciones locales fueron dados en 1861, en Michigan. La organización de la administración general aconteció en 1863, y recibió el nombre de Asociación General. Después la máquina de gobierno de la I.A.S.D. se desarrolló paulatinamente hasta alcanzar el punto en el cual se encuentra en la actualidad.
El hecho de que la organización de la I.A.S.D. haya adoptado el sistema representativo del tipo presidencialista (en vez de “obispos”, es dirigida por “presidentes”), escoger las autoridades eclesiásticas mediante elecciones, tener un cuadro de funcionarios subalternos —los “departamentales”— que, a semejanza de los ministros de Estado, auxilian al presidente ejecutando deberes oficiales específicos, ya indica que es una copia del modelo ofrecido por la sociedad norteamericana.
Sobre las doctrinas políticas y sociales norteamericanas, con las cuales la I.A.S.D. está en sintonía, ver Wright Mills, A Elite do Poder; Talcott Parsons, The Social System y el artículo “On the Concept of Political Power” en Politics and Social Structure.
Pero, el Manual de la I.A.S.D. ignora el modelo real ofrecido por la sociedad norteamericana y, en su versión teísta de la organización, presenta un modelo ideal, con el cual pretende pasar la idea de que la forma de gobierno de la I.A.S.D. cayó del cielo.
Eso queda claro examinando las bases religiosas y metafísicas de esa versión teísta de la organización, aparentada con la versión teísta de Rousseau.
Los Fundamentos Declarados
Las consideraciones hechas a seguir son sobre los capítulos 1, “La Iglesia del Dios Vivo”, y 3, ”Organización Fundada en Principios Divinos”, del Manual de la I.A.S.D. (Las páginas de dicho manual mencionadas en este libro son siempre de la versión portuguesa). Estos dos capítulos dan los fundamentos bíblicos y extra-bíblicos de la versión teísta de la organización adventista.
Un examen de esos fundamentos revela lo siguiente: como máximo tiene dos páginas usando como fuente la Biblia, contra aproximadamente siete páginas constituidas por citas de Elena G. de White.
Para muchos adventistas, citar la Biblia o Elena G. de White es casi la misma cosa. Y aquí se encuentra el punto en que el proclamado biblicismo adventista se transforma en “whiteismo”. De eso, el Manual de la I.A.S.D. es un buen ejemplo, pues la mayoría de sus capítulos fueron elaborados de acuerdo con los puntos de vista de esa autora.
En estas páginas, que abordan el asunto de forma más científica, no es correcto colocar Elena G. de White en pie de igualdad con la Biblia. Lo correcto es clasificarla como fuente no bíblica.
¿Cómo los capítulos citados del Manual de la I.A.S.D. justifican la constitución del cuerpo social adventista y su estructura de administración?
Los Fundamentos Bíblicos
El Manual de la I.A.S.D. no presenta una exégesis seria de los textos bíblicos que menciona. Su intención es otra: amontona textos bíblicos para formular un esquema racional teórico, que justifique y garantice el establecimiento y el mantenimiento del poder eclesiástico. Ese esquema es el siguiente:
"La Iglesia es una realidad innegable, pues a ella se refiere explícitamente el Nuevo Testamento, mediante diferentes expresiones (Hechos 20:28; Efe. 4:12), de entre las cuales la preferida es 'la iglesia del Dios vivo' (1 Tim. 3:15)."De esos fundamentos bíblicos, el Manual de la I.A.S.D. (págs. 41-42) infiere lo siguiente:
"La palabra 'iglesia' es usada en el Nuevo Testamento por lo menos en dos sentidos: en sentido universal (Mat. 16:18; 1 Cor. 12:28), y en sentido local (la iglesia de una ciudad o provincia — 1 Cor. 1:2; 16:1 y 19; 1 Tes. 1:1; Hechos 15:41)."
"Cristo es la Cabeza de la Iglesia y su Señor viviente, y la Iglesia es el cuerpo vivo y activo de Cristo que él organizó como quiso (1 Cor. 12:18), concediendo, por el Espíritu, a sus miembros individuales, diversidad de dones adecuados a las diferentes funciones eclesiásticas (1 Cor. 12:4-5, 12, 27-28). Los miembros individuales, con sus diferentes dones y funciones, son reunidos en un sólo cuerpo volviéndose unos miembros de los otros (Rom. 12:4-5). Aquellos que están incumbidos de cargos de liderazgo deben tener por la Iglesia el mismo amor y dedicación que Cristo manifiesta por ella."
"Así como no puede haber un cuerpo humano vivo y activo sin que sus miembros estén orgánicamente unidos y funcionen juntos bajo un control central, no puede haber una Iglesia viva que crezca y prospere sin que sus miembros estén organizados en un cuerpo unido, y todos ellos desempeñen los deberes y las funciones confiadas por Dios, bajo la dirección de una autoridad divinamente constituida."Nótese la semejanza de estas inferencias con las expresiones usadas por Hobbes para presentar el Leviatán. Por lo que ya fue visto en el capítulo anterior, queda claro que el Manual de la I.A.S.D. sigue por el camino abierto por Hobbes, trillado por Kant y los teórico del Iluminismo.
"Sin organización ninguna institución o movimiento puede prosperar. Una nación sin gobierno organizado luego se transformaría en caos. Una empresa comercial sin organización fracasaría. Así ocurriría con la Iglesia. Sin organización, se desintegraría y perecería."
"Para que se desarrolle saludablemente y cumpla su gloriosa misión, que consiste en proclamar el Evangelio de salvación a todo el mundo, Cristo le dio a su iglesia un sistema simple pero eficaz de organización. El éxito de sus esfuerzos para realizar esa misión depende de su leal cumplimiento de ese plan divino."
Sin embargo, su intención parece no ser otra sino defender la organización en un sentido genérico. No tiene ninguna preocupación en justificar lo que es de hecho la forma de gobierno de la I.A.S.D.. Y no podría ser de otra manera, pues burocracia y representación política son métodos administrativos imposibles de ser justificados por la Biblia. Lo que el Manual de la I.A.S.D. hace es sustituir la justificación de la forma de gobierno eclesiástico por la racionalización teórica.
El método que usa es bien conocido en los centros de poder, y que Jean-François Revel recuerda en su libro El Conocimiento Inútil en los siguientes términos: “los dirigentes y la imprenta del Estado engañan la sociedad; pero los gobiernos no conducen su política según sus propias mentiras. Ellos siguen otros documentos”. Es eso mismo lo que vemos en los dos capítulos mencionados del Manual de la I.A.S.D.. Los argumentos parecen estar apoyados en la Biblia, pero las dislocaciones conceptuales en relación a esa fuente indican que los dirigentes siguen otros documentos.
Análisis de los Fundamentos Bíblicos
En el último párrafo citado del Manual de la I.A.S.D. aparecen dos características fundamentales del Leviatán: la unificación de la multitud en un cuerpo único y la centralización del poder. Es claro, ellas están adaptadas a la naturaleza religiosa de la organización adventista. Veamos las dislocaciones conceptuales encontradas en los fundamentos bíblicos.
La más sorprendente se encuentra en la afirmación de que la expresión paulina “cuerpo de Cristo” se refiera a una organización centralizada. En ese sentido, “cuerpo” no representa una relación espiritual entre Cristo y los miembros de la Iglesia en actividad, sino una relación organizativa. Y esto es inadmisible en la teología bíblica. Leonhard Goppelt (Teologia do Novo Testamento, vol. 2, pág. 412), muestra el sentido teológico de esa expresión paulina:
"Bajo ‘cuerpo’, el hombre griego comprende la materia formada. Pablo usa la expresión en el sentido de organismo de miembros en actividad. En Rom. 6:13 el vocablo ‘miembros’ aparece como sinónimo de ‘cuerpo’ (Rom. 6:12). Basado en ese concepto, Pablo no compara la Iglesia simplemente con un cuerpo en el sentido corriente de la época (1 Cor. 12:12-26), sino que declara: ‘Vosotros sois cuerpo de Cristo; e individualmente, miembros de ese cuerpo’ (1 Cor. 12:27). Los discípulos son miembros de Cristo (1 Cor. 12:4-6), son su boca y manos auxiliadoras, y de esa forma, en conjunto, su cuerpo. Pues a través de ellos Cristo actúa en la Historia (1 Cor. 12:4-6). Los discípulos están unidos entre sí porque Él es el único que actúa a través de ellos, y no a través de una asociación de servicio que organizan. [Atención para esta última frase]. En la investigación se afirmó muchas veces que Pablo estuviese partiendo del mito gnóstico sobre el hombre primitivo. El pensamiento de Pablo, sin embargo, tiene su origen en su comprensión de la Cena del Señor, como muestra 1 Cor. 10:17 (cf § 40, II). En la Cena, Cristo ofrece su propio cuerpo, su persona, volviéndose así activo ahora en los miembros de la Iglesia. De esa forma él los transforma en su soma [‘cuerpo’ en griego], o sea, en una ‘persona global’, en el organismo de miembros actuantes, en la Iglesia como su cuerpo."Las siguientes palabras de Karl Ludwig Schmidt refuerzan las de Goppelt:
"Pero, sea como sea, una cosa es clara: la Iglesia como cuerpo de Cristo no es mera sociedad de hombres. Partiendo de presuposiciones sociológicas no es posible comprender lo que significa y quiere significar la ‘asamblea de Dios en Cristo’. El punto decisivo es la comunión con Cristo." (“Iglesia”, en Gerhard Kittel, editor, A Igreja no Novo Testamento, São Paulo, ASTE, 1965, pág. 29).Mientras Pablo piensa en “cuerpo” en el sentido de “actividad” de Cristo a través de los miembros de la Iglesia en el presente, el Manual de la I.A.S.D. piensa en “cuerpo” en el sentido de “organización centralizada” — el cuerpo debe tener una “cabeza” que centralice el comando de los “miembros”.
Si es correcto que Pablo entiende “cuerpo” a partir de la Cena, entonces, según el Manual de la I.A.S.D., ese rito tendría un significado que expresa una organización centralizada. Del punto de vista de la teología bíblica, eso es imposible de ser admitido.
Desde ese mismo punto de vista no es posible que “cabeza” —refiriéndose a Cristo— signifique organización centralizada. El sentido es otro completamente diferente: Cristo es el único que gobierna la Iglesia. Karl Barth lo expresa así: la Iglesia es “una comunión de personas y obras santas porque, fundada en Jesucristo, se deja gobernar únicamente por Él y quiere vivir únicamente cumpliendo su servicio de heraldo...” Afirma que la Iglesia tiene como objeto y fin el Reino de Dios. Por eso, dice lo siguiente:
"La Iglesia apostólica, o sea, la que oye y transmite el testimonio de los Apóstoles siempre tendrá un distintivo determinado, una nota ecclesiae, que es esta: Jesucristo no es sólo Aquel del cual procede la Iglesia sino que él es el que la gobierna. ¡Él y únicamente él! En ninguna época y en ningún lugar es la Iglesia una instancia que se mantiene por sí misma, sino que (y aquí sigue un principio importante con relación al gobierno de las iglesias) no puede ser regida fundamentalmente ni monárquica ni democráticamente. El único que rige es Jesucristo, y cualquier otro gobierno humano será siempre un mero exponente del gobierno propio de Cristo. Pero Jesucristo gobierna en su palabra mediante el Espíritu Santo, de manera que el gobierno eclesiástico es idéntico a las Sagradas Escrituras, pues éstas dan testimonio de Cristo. Por consiguiente, la Iglesia se hallará de continuo ocupada con la exégesis y aplicación de las Escrituras. Si la Biblia se convierte en un libro muerto, con su cruz sobre la tapa, y cantos dorados, es que está durmiendo el gobierno eclesiástico de Jesucristo; y la Iglesia dejando de ser, entonces, una, santa y universal, para dar lugar a la amenaza de que irrumpa en ella lo profano y disgregante." (Bosquejo de Dogmática, Buenos Aires, La Aurora & AMP; México, Casa Unida de Publicaciones, 1954, págs. 231-232).Si los fundamentos bíblicos del Manual de la I.A.S.D. no son el resultado de exégesis, ¿qué son? Todo indica que adoptó la tendencia del funcionalismo, que consiste en determinar las funciones de los diferentes organismos sociales a partir de una comparación con las funciones de los organismos vivos. Mediante esta comparación, el funcionalismo pretende obtener datos empíricos que le permitan explicar conceptos sociológicos tales como función, estructura, integración, equilibrio y valores. (La teoría del funcionalismo es explicada por William Skidmore, Pensamento Teórico em Sociologia, Rio de Janeiro, Zahar, 1976, págs. 105-117).
Los críticos del funcionalismo suelen argumentar que una sociedad no es exactamente igual a un organismo vivo. Esa misma objeción le puede ser presentada al Manual de la I.A.S.D.: Iglesia no es exactamente igual a un cuerpo humano. Y pueden ser añadidas otras objeciones. La expresión “cuerpo de Cristo” en las epístola paulinas no es sinónimo de “cuerpo humano”. Y también que esa expresión tiene un significado teológico, lo que es muy diferente la explicación propia del funcionalismo.
Pero no es apenas en eso que el Manual de la I.A.S.D. confunde la naturaleza de las cosas. Las confunde también cuando compara Iglesia con nación y empresa mercantilista. Existe una enorme diferencia entre la naturaleza de la actividad de la Iglesia y la naturaleza de la actividad de una nación o de una empresa mercantilista. Esa comparación parece más un reconocimiento velado de la semejanza de las estructuras de la I.A.S.D. con las estructuras jerárquicas y burocráticas del Estado y de las grandes corporaciones mercantilistas. (Sobre el carácter de la Iglesia, ver Johannes Blauw, A Natureza Missionária da Igreja, São Paulo, ASTE, 1966).
Al establecer las ecuaciones Iglesia = cuerpo de Cristo y cuerpo de Cristo = organización centralizada, el Manual de la I.A.S.D. hace explícito que la unidad, la vida, el crecimiento, la prosperidad y el éxito de la Iglesia dependen de la organización centralizada. O sea, da a entender que organización centralizada hace las veces de Jesucristo!
Con la simple mención de textos bíblicos de cuño eclesial, el razonamiento del Manual de la I.A.S.D. pasa por encima de cuestiones decisivas, y suscita más dificultades de lo que resuelve. Por ejemplo, ¿cuál era realmente la forma de gobierno —si es que la tenía— de la iglesia apostólica? ¿Cuál es el sentido y la función de los ministerios carismáticos? ¿Cuál es la relación entre esos ministerios y la organización centralizada? ¿Cuál es la relación entre unificación en Cristo y unificación mediante una máquina administrativa? ¿Cuáles son los principios divinos que fundamentan la organización eclesiástica centralizada y el sistema representativo? Cuestiones de peso como esas precisan ser explicadas.
Los Fundamentos No Bíblicos
Pasamos al examen de los fundamentos no bíblicos —las citas de Elena G. de White— contenidos en los capítulos 1 y 3 del Manual de la I.A.S.D., para justificar la organización adventista.
Esas transcripciones son más numerosas y tienen más peso que los textos bíblicos. El motivo de esto es que el principio sola Biblia significa para los adventistas la Biblia sólo como la entiende y explica Elena G. de White. Y también porque la identidad de la organización adventista fue creada y es mantenida tomando como base las ideas de esa autora. Ella representa para los adventistas lo mismo que Martín Lutero para los luteranos, Juan Calvino para los reformados y Juan Wesley para los metodistas.
Los adventistas creen que los escritos de Elena G. de White contienen la “luz especial” que Dios le dio a los pioneros sobre la organización de la I.A.S.D.. En el libro Vida e Ensinos (1979, pág. 191) esa autora dice que la estructura de la I.A.S.D. fue erigida por orden de Dios y mediante “revelación especial”; tal estructura se destina a corregir males y propiciar el crecimiento de la causa adventista; no puede ser rechazada, al contrario, debe ser firmemente establecida, robustecida y consolidada. Fuera de la inspiración trascendente, ella determina para la organización adventista la misma función que el Leviatán tiene en la sociedad.
Una rápida mirada a las páginas del Manual de la I.A.S.D. es suficiente para percibir que están repletas de citas de esa autora, y que el pensamiento de ella fundamenta cada una de las normas prescritas en ese manual.
La primera frase del capítulo 3 del Manual de la I.A.S.D. orienta las formulaciones que siguen:
“La organización proviene de Dios; tiene base en principios divinos”. En otras palabras, se trata de una versión teísta de la organización en sentido genérico.
El razonamiento es el siguiente: “En todas las obras de Dios a través del Universo se manifiestan sistema y orden”.
Presenta los siguientes ejemplos:
-Los ángeles, cuyos movimientos se caracterizan por el perfecto orden.
-El sistema estelar, que se mueve en perfecto orden.
-Las plantas y animales demuestran orden y sistema.
-Israel, al cual Dios concedió “un impresionante sistema de organización para gobernarle el procedimiento tanto en asuntos civiles como en los religiosos”.
-La Iglesia del Nuevo Testamento demuestra perfección en su organización.
La conclusión del razonamiento es esta: “El orden es la ley del Cielo, y debe ser la ley del pueblo de Dios en la Tierra”. Por lo tanto, la Iglesia debe ser “una continua representación de otra [realidad], aun del mundo eterno, de leyes que son más elevadas que las terrestres”. O sea, la Iglesia debe reflejar el orden y el sistema divinos. Esa versión teísta apunta para lo siguiente: la esencia del orden es divina. En cierto sentido, adopta el concepto de poder trascendental de las monarquías de los siglos XVII y XVIII.
En
este razonamiento es evidente la influencia del mito y del
naturalismo. Según el pensamiento mítico, la única sabiduría
verdadera vive lejos de la especie humana, allá afuera, en la gran
vastedad, y sólo puede ser alcanzada cuando el entendimiento se abre
para todo lo que allá se esconde. Para el naturalismo, la sociedad
debe pertenecer al mismo orden del mundo, de la creación, pues el
mundo y la sociedad son creación de Dios. Por eso, trata de
encontrar en el estudio del orden del mundo una revelación
espiritual.
El propósito de ese discurso es sacralizar la organización en sentido genérico, y no justificar lo que realmente es la organización adventista. Se limita a declarar tales conceptos sin demostrarlos. Trata la cuestión de manera ingenua, exenta de sentido crítico. No dice cómo es el sistema de orden del Cielo, ni quién fue allá para saber cómo es ese sistema. No especifica cómo era la forma de gobierno del antiguo Israel ni el de la Iglesia del Nuevo Testamento. Y no muestra la relación que todo eso tiene con centralización, burocracia, jerarquía y representación política.
Sobre la organización de Israel, el Manual de la I.A.S.D. se limita a presentar una cita de Elena G. de White, en la cual esta autora menciona la distribución de la jefatura hecha por Moisés. No explica cómo una organización tribal y la distribución de la jefatura en el ámbito militar pueden servir de ejemplo para una organización eclesiástica moderna. Sabemos que el antiguo Israel cambió varias veces de forma de gobierno. En el período pre monárquico era una confederación igualitaria de tribus. (Ampliamente estudiada por Norman K. Gottwald en The Tribes of Yahweh. A sociology of the religion of liberated Israel, 1250-1050. B. C. E. Orbis Books, Maryknol, Nueva York, 1979). Después adoptó el régimen monárquico. Y, en el período post exílico, creó el sistema basado en el Sanedrín. ¿Cuál de esos sistemas de orden adoptados por Israel está de acuerdo con el supuesto modelo divino? ¿Por qué?
Sabemos también que la Iglesia apostólica, a la cual se refiere el Nuevo Testamento, tenía una forma dualista: la judeocristiana de Jerusalén y la gentílico cristiana de las comunidades fundadas por Pablo; que estas dos formas tenían relación con el sistema de la Sinagoga; y que, después de la destrucción de Jerusalén por los romanos, sobrevivió únicamente la forma gentilicio cristiana. Al fundar la Iglesia, los apóstoles la organizaron usando como modelo la Sinagoga, dirigida por un consejo de “ancianos”. Y la Sinagoga, por lo menos la de aquel tiempo, no tiene nada que ver con centralización, burocracia, jerarquía y representación política. ¿Cuál de esas versiones sirve como modelo, la judeocristiana o la gentilicio cristiana? (Ver Jean-Louis Leuba, Institución y Acontecimiento, Salamanca, Sígueme, 1969, el capítulo V, “El dualismo eclesiástico”. También Karl Barth, “La Iglesia, Congregación Viviente de Jesucristo, el Señor Viviente”, in ISEDET, Cuadernos Teológicos, Tomo XII, número 3, Julio / septiembre de 1963, Buenos Aires, La Aurora, págs. 153 a 161. Y Norberto Bertón, “La Estructura de la Congregación en el Nuevo Testamento”, en ISEDET, Ídem, págs. 162 a 190).
Dislocaciones conceptuales y omisiones como las mencionadas hasta aquí, no son exclusividad de los adventistas. Son usadas por otras iglesias para justificar sus respectivas organizaciones de dominación. La Iglesia Católica, por ejemplo, inventó el primado de Pedro y la sucesión apostólica para justificar su organización, que es una copia de la estructura de dominación del Imperio Romano. Según 1 Cor. 3:11, la Iglesia fue edificada sobre Jesús. Los apóstoles son el fundamento porque transmiten el testimonio primitivo a respecto de Jesús. Ellos son el fundamento de la Iglesia y no base de una secuencia de dignatarios eclesiásticos. Comprendido de esa manera correcta, el dicho de Mat. 16:18 que se encuentra inscrito en la parte interna de la cúpula de la catedral de San Pedro en Roma, refuta la pretensión del papado, pues él designa a Pedro como la roca sobre la cual está fundada la Iglesia, y no la sucesión episcopal romana. El dicho afirma de Pedro lo que fue atribuido a todos los apóstoles, conforme Efe. 2:20 y Apoc. 21:14. El Manual de la I.A.S.D. no actúa diferente de la Iglesia Católica. Comete una grave dislocación conceptual cuando deduce una organización de dominación de textos bíblicos.
Parece estar claro que el alcance de la versión teísta de la organización adventista es ocultar el hecho de que la estructura de la I.A.S.D. tiene relación con la estructura de la sociedad norteamericana, presentándola como teniendo relación con el “orden divino” encontrado en la organización de Israel, de la Iglesia primitiva y en el Universo.
¿De dónde vienen esos conceptos religiosos y metafísicos de la versión teísta de la organización presentada por el Manual de la I.A.S.D.? La respuesta a esta cuestión es dada en el capítulo siguiente.
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