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Thomas Hobbes |
Antes de definir al Leviatán, recordemos algunos datos biográficos del inventor de esa genial imagen del poder del Estado; poder capaz de coordinar y unir los hombres en un cuerpo político, y que sirvió de modelo para que la I.A.S.D. creara un poder eclesial a fin de coordinar y unir los miembros en un cuerpo único.
Thomas Hobbes nació en la ciudad de Westport, Inglaterra, el 5 de Abril de 1588. A los quince años ingresó en la Universidad de Oxford, donde recibió su título. Fue uno de los maestros de la filosofía política inglesa. Escribió varias obras sobre cuestiones políticas. Leviatán (1651) es la más importante. Ciertamente su obra prima.
Sus ideas políticas son importantes para el pensamiento occidental. Su filosofía, especialmente su teoría a respecto del origen contractual del Estado, ejerció profunda influencia en el pensamiento de Rousseau, Kant y de los enciclopedistas. Contribuyó para preparar, en el plano ideológico, el arribo de la Revolución Francesa.
Al concebir la política como una ciencia que precisa ser fundamentada en nociones exactas, preparó el camino para el surgimiento de las Ciencias Políticas modernas. La tercera y la cuarta parte de Leviatán, en las cuales Hobbes examina, respectivamente, lo que es Estado Cristiano y lo que es Reino de las Tinieblas, revelan que él es un hombre religioso, profundo conocedor de la doctrina cristiana y con una visión muy adelantada de su tiempo sobre el papel de la Iglesia en la organización de la sociedad.
Sus ideas políticas son importantes para el pensamiento occidental. Su filosofía, especialmente su teoría a respecto del origen contractual del Estado, ejerció profunda influencia en el pensamiento de Rousseau, Kant y de los enciclopedistas. Contribuyó para preparar, en el plano ideológico, el arribo de la Revolución Francesa.
Al concebir la política como una ciencia que precisa ser fundamentada en nociones exactas, preparó el camino para el surgimiento de las Ciencias Políticas modernas. La tercera y la cuarta parte de Leviatán, en las cuales Hobbes examina, respectivamente, lo que es Estado Cristiano y lo que es Reino de las Tinieblas, revelan que él es un hombre religioso, profundo conocedor de la doctrina cristiana y con una visión muy adelantada de su tiempo sobre el papel de la Iglesia en la organización de la sociedad.
Definición del Monstruo
El título de la mayor obra de Hobbes comienza con un monstruo marino citado en la Biblia. Pero, en la portada de la primera edición del libro, el Leviatán es representado como un gigante coronado. “El cuerpo de la figura está formado por millares de hombrecillos. Con la mano derecha, el gigante empuña una espada (simbolizando el poder temporal) sobre un campo y una ciudad; en la izquierda, ostenta una cruz episcopal (símbolo del poder espiritual)”. O sea, el Leviatán tiene dos formas de gobierno que ejerce al mismo tiempo: el gobierno del espíritu y el gobierno de la vida física. Observe que el poder eclesiástico es una de las fuentes de la formidable fuerza del gigante.
En la introducción de la obra Hobbes explicó que “...ese gran Leviatán, que se denomina cosa pública o Estado no es más que un hombre artificial, aun cuando sea de estatura muy elevada y de fuerza mucho mayor que la del hombre natural, para cuya protección y defensa fue imaginado”. Por lo tanto, el monstruo es la imagen del modelo político mecánico, de la máquina estatal de gobierno.
En el transcurso del libro, Hobbes construye una estructura del origen y del mantenimiento del Leviatán. Sigue un resumen de lo expuesto por él en ese sentido; resumen enriquecido con contribuciones de otros autores de renombre y que ya señala la identidad de la forma de gobierno de la I.A.S.D. con el monstruo.
Según Hobbes, ese gigantesco autómata fue creado para unir la multitud de individuos aislados en un cuerpo político. En el capítulo 17 de Leviatán, la creación del monstruo coincide con la constitución de la multitud en un cuerpo político. Hobbes explica cómo se constituyó el cuerpo político:
“Es como si cada hombre le dijese a cada hombre: ‘Cedo y transfiero mi derecho de gobernarme a mí mismo a este hombre, o a esta asamblea de hombres, con la condición de que le transfieras a él tu derecho, autorizando de manera semejante todas las acciones’. Hecho esto, a la multitud así unida en una sola persona se la llama República, en latín civitas. Esta es la generación de aquel gran Leviatán”.
O sea, el cuerpo político existe cuando las voluntades de todos son depuestas en una única voluntad, y cuando existe un depositario de la personalidad común. “El depositario de esta personalidad —son palabras de Hobbes— es llamado soberano, y de él se dice que posee poder soberano. Todos los restantes son súbditos”. Y añade: este soberano puede ser “un único hombre o una asamblea cuya voluntad es tenida y considerada como voluntad de cada hombre en particular”. Por lo tanto, la esencia del Estado es ser él soberano. Y el Leviatán es la imagen del Estado que ejerce el poder soberano.
Primera identidad entre la forma de gobierno de la I.A.S.D. y el Leviatán – Según el Manual de la I.A.S.D., los adventistas crearon su gigantesca máquina administrativa con el mismo propósito: coordinar y unificar los individuos que profesan el adventismo por el mundo en un único cuerpo. El soberano de los adventistas, el depositario de la voluntad común, es la Asamblea de la Asociación General o la Comisión Ejecutiva de la Asociación General entre las asambleas. Es para esos grupos de hombres que los adventistas transfirieron su derecho de gobernarse a sí mismos en asuntos religiosos. (Examinaremos y comprobaremos esta y las otras identidades aquí mencionadas en los capítulos siguientes).
Causas y Generación del Monstruo
El Leviatán es el resultado de una larga evolución del poder político. (Para saber más sobre el nacimiento y la extensión del poder político, son preciosos los libros de Bertrand de Jouvenel: Du Pouvoir y Les Débuts de l’État Moderne). El punto de origen del monstruo es el momento en que se volvió obvio que comunidad política es lo mismo que organización de dominación.
La mutación del poder se produce en Europa entre 1550 y 1650. Se encuentra acabada en el siglo XVIII, cuando la monarquía se vuelve absoluta y legisladora. Esta se arroga el monopolio de la determinación de los derechos y deberes de cada uno. Mediante centralización, jerarquización y burocratización del poder, la máquina estatal de gobierno se expande en todas las partes colocándose muy encima de los poderes locales. Y la jerarquía de los funcionarios substituye el gobierno de los nobles. En busca de bases ideológicas que confiriesen legitimidad al poder absoluto, los monarcas hacían derivar directamente de Dios su autoridad — la noción de “derecho divino”— sobre los hombres y las cosas incluidas en los limites de sus dominios.
Pero es el concepto de soberanía que provoca una profunda mutación en el pensamiento político y hace surgir el Leviatán; concepto que nada más tiene en común con el de la realeza. El poder soberano no cayó del cielo. Surge como la nueva instancia artificial que coordina y unifica los individuos en un cuerpo único. Con esa nueva instancia —según Alexis de Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución — el Estado “asume otras prerrogativas, ocupa otro lugar, se encariña a otro espíritu, inspira otros sentimientos”. El pueblo ya no es más una mera congregación geográficamente determinada y organizada de acuerdo con la pluralidad de los poderes locales, como lo era en el estado anterior.
La forma de gobierno de la I.A.S.D. está dentro de ese nuevo espíritu del poder soberano. Nada tiene que ver con las formas tradicionales de gobierno eclesiástico. Substituyó el gobierno de los clérigos por la jerarquía de los funcionarios (los niveles de administración). La Asociación General ejerce un poder centralizado y burocratizado que está muy arriba de los poderes de las iglesias locales, de las Asociaciones y de las Uniones. A través de las Divisiones, expande su poder por todas partes.
El concepto de soberanía lleva a un dislocación del concepto de poder: “poder” es el cemento del cuerpo político. Tal concepto Hobbes lo hace derivar del “estado de naturaleza”, situación hipotética en que los hombres vivirían si no existiese la sociedad y el Estado. En el estado de naturaleza, cada individuo procuraría satisfacer sus aspiraciones: los otros son competidores que precisan ser eliminados o subyugados. No existiría propiedad ni ley, sino la guerra constante que esa situación provoca: no sólo impide cualquier desarrollo (agrícola, industrial y científico), como también provoca temor constante de muerte.
Lo que compele al hombre a salir de ese caos político. Y la razón le sugiere los medios de mantener un entendimiento recíproco, de convivir. Comandados por la razón, todos concuerdan en renunciar al derecho ilimitado (durante el estado de naturaleza) sobre todas las cosas. Sin embargo, el acuerdo no es suficiente para garantizar la tranquilidad: es preciso un poder irresistible, con fuerza de represión, capaz de atemorizar a los hombres y hacerlos seguir sus determinaciones. Ese poder, constituido gracias a un pacto voluntario de los hombres, es el Estado, que, por eso mismo, según Hobbes, representa a todos los hombres.
Lo que compele al hombre a salir de ese caos político. Y la razón le sugiere los medios de mantener un entendimiento recíproco, de convivir. Comandados por la razón, todos concuerdan en renunciar al derecho ilimitado (durante el estado de naturaleza) sobre todas las cosas. Sin embargo, el acuerdo no es suficiente para garantizar la tranquilidad: es preciso un poder irresistible, con fuerza de represión, capaz de atemorizar a los hombres y hacerlos seguir sus determinaciones. Ese poder, constituido gracias a un pacto voluntario de los hombres, es el Estado, que, por eso mismo, según Hobbes, representa a todos los hombres.
En Paz Perpetua, Kant también hace derivar el concepto de soberanía de la naturaleza humana. Presenta el problema de la constitución de un Estado de la siguiente manera:
"Ordenar de tal forma una multitud de seres razonables, que desean todos leyes generales para su conservación, pero donde cada uno de ellos está propenso a exceptuarse de ellas en secreto, y darles una constitución tal que, a pesar del antagonismo erguido entre ellos por sus inclinaciones pasionales, ellos se constituyan un obstáculo unos a los otros, de modo que, en la vida pública, su comportamiento sea como si estas malas disposiciones no existiesen."
Politizar al hombre consiste en introducirlo en la maquinaria del soberano, del Leviatán. Este se presenta como el único poder común capaz de crear y mantener el orden en ese caos de inclinaciones y disposiciones individuales. Sin él, no existe pueblo propiamente dicho, sino que apenas una multitud atomizada, en la cual cada uno se enfrenta contra todos, y el miedo contra el otro hace que nadie se sienta seguro. Por peores que se suponga que sean los hombres, el soberano es el único que tiene un poder irresistible, capaz de coordinar y unificar los pensamientos y las actitudes de los individuos, y de cambiar el antagonismo y la competencia en solidaridad. Algo que, apenas por sus disposiciones naturales, el ser humano jamás podría alcanzar.
Hobbes fue muy criticado por su antropología y por el apoyo que su teoría le daba al absolutismo político. En Racines du Liberalisme, P. F. Moreau dice:
"Durante dos siglos le imputaron a Hobbes todos los pecados; pero, si lo examinamos más de cerca, veremos que sólo se discuten largamente los pormenores, mientras se reproduce el rigor del argumento hobbesiano. (...) Todos admiten el principio: el hombre es todo para el hombre — es un lobo, y también una defensa contra los lobos..."
Para Gérard Lebrun, la cosa extraña que aconteció después es esta: “A pesar de todas las maldiciones que dos siglos hicieron llover sobre Hobbes, fue en el camino por él abierto que tomó rumbo el pensamiento político”. Y yo añado: inclusive el pensamiento político de los adventistas.
Segunda identidad entre la forma de gobierno de la I.A.S.D. y el Leviatán – Constituida gracias a un supuesto pacto voluntario de los adventistas (fue un pacto de la elite administrativa), la Asociación General ejerce un poder soberano capaz de coordinar y unificar los pensamientos y las actitudes de los miembros de la I.A.S.D., para que ella no se desintegre en el caos de las disposiciones individuales y prospere.
Poder y Poder Soberano
Las ideas fundamentales del modelo político mecánico del Leviatán, que son las ideas fundamentales de la organización adventista, pueden ser presentadas en la siguiente secuencia: no hay comunidad o pueblo, rigurosamente hablando, sin unificación; no hay unificación sin soberanía; no hay soberanía sin poder; y no hay poder soberano sin una elite que domine. Por lo tanto, la comprensión de qué es el Leviatán requiere que se defina lo que es poder y poder soberano, y se establezca la relación entre ambos.
Relaciones de poder ya existían mucho antes del surgimiento del Leviatán y continuarán existiendo hasta el fin de los siglos. Las mejores definiciones de poder son las de Max Weber. Para él, poder es “la probabilidad de que una orden con un determinado contenido específico sea seguida por un grupo dado de personas”. Y poder como factor socio-político “significa toda oportunidad de imponer su propia voluntad, en el interior de una relación social, aun hasta contra resistencia, poco importando en qué repose tal oportunidad”.
Según el concepto weberiano, el poder se explica de una manera muy precisa: bajo el modo de la orden dirigida a alguien o a un grupo de personas que, se presume, deben cumplirla. Es lo que Max Weber llama de Herrschaft, término que Raymond Aron tradujo como dominación, conservando la raíz alemana Herr (dominus = señor).
Es importante que los siguientes aspectos queden claros: 1) Que poder es lo mismo que coerción, dominación, arbitrio, en fin, el uso de la fuerza, de la violencia. 2) Que en el Estado moderno, el uso de la fuerza está fundado generalmente en el derecho, y sirve —en tesis— para garantizar la seguridad externa y la concordia interna de unidades políticas particulares. 3) Que el poder posee un carácter disimétrico, no igualitario, jerárquico. Para que unos tengan poder, los demás no pueden tenerlo. De ahí que el poder sea ejercido siempre por una elite que domine, mientras los demás son excluidos del poder.
A lo que ya fue dicho sobre el poder soberano, añadimos lo siguiente: es un poder común capaz de agregar individuos iguales; iguales en su sumisión. Es un poder que está muy arriba de cualquier otro poder dentro de una unidad política particular. Posee un carácter ineludible: es un poder apoyado en sí mismo e independiente de las inclinaciones y de las virtudes humanas. Se trata de un poder perpetuo (sin solución de continuidad) e incontestable (no está sometido a ningún otro poder).
Para constituir la sociedad como una comunidad orgánica, el soberano precisa someter todas las voluntades a su propia voluntad. Para tal, él se encarga de estipular normas y valores que pueden ser manipulados jurídicamente, determinar los derechos y deberes de cada uno, y usar la fuerza represiva para evitar cualquier desliz de los engranajes de la máquina administrativa. Y agrega los individuos mediante la matriz orden / obediencia. De ahí que hace mucho tiempo ser ciudadano es igual a ser obediente.
Tercera identidad entre la forma de gobierno de la I.A.S.D. y el Leviatán – Ser miembro de la I.A.S.D. es igual a ser obediente al poder soberano ejercido por la Asociación General. Este poder común y omnipresente —se expande en todas las partes a través de las Divisiones— controla, manipula y disciplina los individuos a fin de crear adeptos obedientes, lo que hace atribuyéndose el monopolio de establecer normas, determinar los derechos y deberes de cada uno y usar una forma da fuerza represiva para evitar deslices: la temible “disciplina eclesiástica”.
Conviene notar que poder y poder soberano nada tienen que ver con el “poder” concedido por el Espíritu Santo a los cristianos. Pablo lo define como “capacidad” y aparece en las comunidades cristianas como diversos “dones” que capacitan a los receptores para contribuir con la edificación de la Iglesia. En ninguna parte del Nuevo Testamento se afirma que los dirigentes de la Iglesia recibirían poder del Cielo para dominar a sus hermanos en la fe. El poder (la dominación) que las autoridades eclesiásticas ejercen es el poder del leviatán adventista, y nada tiene que ver con la capacidad que el Espíritu Santo otorga para “edificar” la Iglesia.
Hace tanto tiempo que el poder es reconocido (por muchos como una fatalidad) que nos fuerza a someternos a él. En la sociedad civil, los ciudadanos aceptan ser confiados al soberano a cambio de su seguridad, y de la certeza de que él les dará condiciones a todos para que se porten como sujetos racionales. El precio a pagar por la utilidad del poder es la complicidad inevitable entre el ciudadano y el soberano que existe en la relación de poder establecida entre ambos: el ciudadano como dominado / protegido y el soberano como dominador / protector.
En la I.A.S.D., la complicidad de los miembros con el poder eclesiástico tiene otros motivos: los miembros aceptan ser confiados al poder eclesiástico a cambio de su salvación y de la certeza de que él les dará condiciones para que todos vivan la vida cristiana. Pero los dueños del poder eclesiástico piensan de otra manera: la máquina administrativa es la condición para la conservación y el funcionamiento de la denominación. Y concluyen: si suprimimos la máquina administrativa, suprimiremos juntamente la denominación. Para evitar esto y otros problemas relacionados con el establecimiento y el mantenimiento del orden interno, los administradores de la I.A.S.D. tienden a volverse dominadores, a cuidar más de la máquina administrativa que de las personas.
Los efectos de dicha sumisión pueden ser desagradables, debido al hecho de que el poder, tanto en el Estado como en la Iglesia, se haya burocratizado, tecnificado y sofisticado a punto de crear individuos obedientes. Luego, los individuos pueden sentirse tentados a no consentir con el poder soberano. Pero todos sabemos que atentar contra ese poder significa colocarse en una situación de peligro. Su violencia es tan monstruosa que pocos osan rebelarse.
El Leviatán Domesticador
Los análisis, bajo ángulos diversos, de Hegel, Durkheim, Michel Foucault, B. de Jouvenel y otros, muestran que en el Estado moderno, “ciudadano” significa cada vez menos individuo político mientras sea participante del poder, y cada vez más individuo político mientras esté siendo codificado, producido e enteramente determinado por el poder. En las democracias más desarrolladas de los tiempos contemporáneos (principalmente las europeas), el poder estatal se preocupa más en prevenir la desobediencia que en reprimirla. O sea, es menos una instancia represiva y más una instancia de control que, se manera subrepticia, manipula al individuo en el sentido de disciplinarlo, dándole “buenos hábitos”. Ya en las democracias formales (por ejemplo las latinoamericanas, con raras excepciones), el Estado domina descaradamente a los ciudadanos, en algunos países de forma brutal.
Mientras el Estado totalitario integra al individuo por la dominación abierta, haciéndolo migajas con la máquina administrativa, el Estado democrático lo integra fabricándolo por la domesticación, mediante sus pedagogías disciplinares (enseñanza, ejército, policía, justicia, iglesias, medios electrónicos de comunicación...). Las obras de Noam Chomsky muestran como el sistema de propaganda de los centros de poder usan los medios electrónicos de comunicación para domesticar el pensamiento, fabricar consensos e ilusiones necesarias para la gestión social. Pero la domesticación no es un dato humano. Se refiere al esfuerzo en que el hombre “civiliza” animales.
Cuarta identidad entre la forma de gobierno de la I.A.S.D. y el Leviatán – La I.A.S.D. crea y domestica a sus miembros y obreros mediante la socialización psicológica y por sus pedagogías disciplinares — propaganda confesional, escuela sabática, instituciones educacionales, procesos de entrenamiento, entre otras.
¿Qué es ese “individuo” creado por el Leviatán, que lo considera como un animal (o fiera) que debe ser domesticado? El individuo “mejorado” por la domesticación es una caricatura de ser humano, una criatura debilitada y menos dañina por estar aprisionada entre fuerzas pavorosas. Su vida está empobrecida y se ve impedido de seguir su propio camino, de ser una persona completa. Y el individuo “mejorado” por la domesticación de la I.A.S.D. es una caricatura de lo que debería ser el cristiano. La situación de este último es peor que la del ciudadano, pues fue sometido a una doble domesticación — la del Estado y la de la I.A.S.D..
Alexis de Tocqueville, en la conclusión de su obra La democracia en América (1835-1840) consigue antever cómo sería el poder y cómo serían los “individuos” en nuestro tiempo:
"Después de haber así tomado en sus manos poderosas cada individuo y después de haberle dado la forma que bien quiso, el soberano extiende los brazos sobre toda la sociedad; cubre la superficie con una red de pequeñas reglas complicadas, minuciosas, uniformes, a través de las cuales los espíritus más originales y las almas más vigorosas no conseguirían aparecer para sobresalir en la masa; no dobla las voluntades, las ablanda, las inclina y las dirige; raramente fuerza a actuar, pero se opone frecuentemente a la acción; no destruye, impide el nacimiento; no tiraniza, complica, comprime, enerva, enfría, embota, reduce, en fin, cada nación a nada más que una manada de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno."
Es exactamente así que muchos pastores, obreros y laicos actuantes se sienten frente a las acciones controladoras de la administración de la I.A.S.D. — impedidos de ser y de hacer todo lo que podrían.
Lo que se percibe en nuestro tiempo es lo siguiente: el poder estatal y el poder eclesiástico son menos absolutos, pero el aparato regulador de que disponen se está transformando y creciendo. Cuentan con recursos y estrategias más sutiles y perfeccionadas. Atrás de una apariencia de autoridad cortés y benevolente, en la oscuridad desarrollan su capacidad de violencia, de coerción.
El Leviatán —el poder irresistible que crea y manipula al ciudadano— es la condición sine qua non para que haya sociedad, comunidad política. Él es la voluntad común a la cual deben someterse todas las voluntades. Sin su poder soberano nadie tendría la confianza necesaria para sentirse miembro de una sociedad.
Causas y Generación del Leviatán Adventista
Porque el poder soberano es el origen de la sociedad moderna, él es el elemento fuera del cual no podríamos vivir. De cierto modo, todos sentimos la necesidad de ese poder tutelar que nos agrega y protege. Se trata de un poder omnipresente, cuya acción reguladora hace con que las relaciones de poder sean la condición de funcionamiento de cualquier sociedad, comunidad o empresa moderna.
A esa fuerte acción reguladora del Leviatán se debe el hecho de que la I.A.S.D. sea cada vez menos una sociedad autónoma en el seno de la gran sociedad. Ella es la razón por la cual la comunidad adventista se ha organizado (con la ayuda de jurisconsultos) cada vez más a la imagen y semejanza del monstruo del poder del Estado.
Al comienzo, la I.A.S.D. usó como modelo la versión norteamericana del Leviatán debido a impulsos del inconsciente. El inconsciente colectivo es el lugar de los grandes arquetipos, de las grandes imágenes que estructuran las sociedades, las civilizaciones. Los impulsos iniciales para organizar la I.A.S.D. vinieron de los grandes arquetipos, de las grandes imágenes que, a fines del siglo XIX, estructuraban la sociedad norteamericana y habitaban el inconsciente individual de los fundadores del adventismo. Y no podría ser de otro modo, pues viviendo en la sociedad norteamericana, ellos no podrían evitar de ser moldeados por la socialización psicológica y por diversas formas de entrenamiento utilizadas por el Estado norteamericano para introducirlos en su mecanicismo.
¿La I.A.S.D. reconoce el hecho de haber usado el modelo de organización que le ofrecía la sociedad norteamericana y de haber creado su propio leviatán? Conforme veremos en seguida, no. Ese reconocimiento causaría repugnancia en muchos adventistas sinceros, pero ingenuos. Por eso, ella afirma haber usado otro modelo — un modelo imaginario ofrecido por un supuesto mundo divino. El capítulo siguiente examina ese modelo imaginario.
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